Con gol de Cristiano Ronaldo, el Real Madrid logra su sexto título mundial

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Pase lo que pase en el clásico, el Madrid puede celebrar el año más exitoso de su historia. Cinco títulos y un dominio total del fútbol mundial. No se recuerda una final “intercontinental” que haya ganado con tanta superioridad. La única crítica que admite es no haber traducido tanto poderío en otro gol.
Cabe decir otra cosa. El partido fue suyo, pero la decisión de ganarlo fue de Cristiano. Resolvió el problema del gol con una determinación personal.
Cristiano firmó en el palmarés, pero Geromel firmó en Cristiano. Le dejó tatuado el gemelo en el minuto 1. El árbitro no amonestó, y tampoco se repitió. No fue una final “intercontinental” a la antigua.
El Madrid tuvo la pelota de manera constante y diligente. Fue un monopolio pelotero importante al que se sumaba Varane, muy interesado en irse al ataque. Todas esas subidas encontraban el mismo final: el inevitable Geromel. El Gremio disputaba la pelota menos que un equipo español. La paciente posesión del Madrid se transformó en fútbol alrededor del 20, cuando Modric e Isco entraron en calor. Se oyó la frase «A ver si Benzema consigue conectarse». Benzema es una sonda más que un jugador. Pero la sonda no terminaba de conectar y entre la nave nodriza del toque y el astronauta Cristiano faltaba el clic definitivo. Como cumplida una ley física o del fútbol, en ese momento el Gremio apareció en ataque. Luan, “el bueno”, surgía como un tábano alrededor de Casemiro. Le sacó algunas faltas, pero no acertó con los pases; cuando lo conseguía, el Gremio desplegaba unas velas pequeñas. Pero algo debía de tener ese equipo, campeón de la Libertadores. Unas bandas rápidas, orden, y una visible capacidad para sufrir. Como un ciclista que sabe soportar a rueda su martirio. En esos pocos minutos, Edilson chutó desde muy lejos.
Después de ese breve intervalo, el Madrid insistió. Marcelo e Isco se buscaron de la forma en que han ido reventando finales los últimos años. Es un castigo regular en el rival. En los llamados «pasillos interiores», que tienen que ser el equivalente al hígado del boxeador, sus toques desangraban las carreras brasileñas –un brasileñismo disciplinado y distinto, sin Neymar ni Dungas ni bossa nova-. Ahí el Madrid volvió a encontrar al titánico Geromel, y también a Kannemann, el otro central, que le sacó con mérito un remate a Cristiano. Lo intentó de falta después y Modric puso un remate que Benzema cabeceó al aire con su habitual “delay”. El Gremio llegó vivo al descanso. Entendimos, llegados al descanso, tanto la simpática chulería del entrenador Renato Gaúcho como su «merezco una estatua en el estadio». Había algo de milagro y mucho mérito en ese 0-0.


La segunda parte la inició Cristiano. Lo tomó como algo personal. Lo había dicho Maradona: cuando su equipo lo necesita, él aparece. Cogió el balon muy lejos, se giró y probó al portero. En el segundo balón, con la misma resolución, sacó una falta muy lejana que transformó en gol. El balón atravesó la quebradiza barrera del Gremio, formada por jugadores no muy altos, no muy anchoss, no muy valientes.
Cristiano igualaba a Pelé como máximo goleador histórico en los mundiales de clubes. Pensábamos que ya no era posible igualar a Pelé en nada.
Entre una jugada y otra había pasado algo: hubo un más que posible penalti de Ramos. El central arriesgó al ir a tapar a Ramiro.
Cristiano estaba hambriento de gloria y al poco marcó otro gol que el árbitro anuló por fuera de juego de Benzema. Dudoso como el penalti. En ningún momento se recurrió al VAR. Esto abre otra posibilidad: el árbitro al que le ponen tecnología y decide no usarla. Con el 1-0, el Gremio no cambió nada. Se dio por no enterado. Siguió haciendo lo mismo, porque cuando salía las contras del Madrid lo dejaban destrozado por el campo como si hubiera pasado un temporal táctico.


Siguió igual, como esos japoneses que no se enteraron de que la guerra había terminado. Con tanto plan B como Soraya el 1-0. Pegados a la pared, no fuera a caerles algo encima. Gaucho quitó al nueve clásico Barrios por Jael, ¿pero qué iba a cambiar eso? El Gremio solo daba señales de vida por la izquierda de Fernandinho y el lateral Cortez, pero Zidane les coloco prontó a Lucas.
Todos los madridistas buscaron su gol: Ramos, que subía con aire ufano de final; Modric, que chutó al palo, y Cristiano, que calentó mucho al portero Grohe, el mejor «gremial» en la segunda parte. Benzema tuvo también un remate en semifallo que no hay que tener en cuenta porque ya sabemos que la-labor-de-Benzema-es-otra.
Cuando Casemiro topaba con sus compatriotas algo chirriaba. ¿Cómo tiene que ser un jugador para seguir jugando en Brasil? Salió Bale y con espacios pareció un jugador gigantesco. Los jeques que vieran el partido se asombrarían de saber que, según los sabios españoles, Benzema es el jugador que merece toda la paciencia, mientras que ese portento zurdo debe ser puesto inmediatamente en el mercado.