El dueño llevó al reptil de dos semanas a una clínica veterinaria especializada en el cuidado de animales exóticos. Luego de una radiografía, los expertos descubrieron que, a diferencia de otros casos de animales bicéfalos que comparten órganos internos, este espécimen tenía dos corazones.
Posteriormente con ayuda de un ultrasonido se pudo escuchar el latido de los corazones y confirmar que ambos bombeaban sangre. Incluso, se logró rastrear el flujo sanguíneo.
Los médicos decidieron alimentar a una de las cabezas para saber lo que sucedía: mientras una comía sin problemas la otra simplemente miraba. Con esta simple prueba es posible prever que la serpiente pueda sobrevivir su infancia, ya que en muchos casos en el reino animal las dos cabezas suelen luchar por la comida y lastimarse entre sí.
Un hecho no menos sorprendente es que al parecer posee dos tubos digestivos. Sin embargo, la doctora Lauren Thielen, encargada de examinar a la boa, asegura que esta característica le hace más difícil sobrevivir. “La mayoría de las serpientes que nacen así mueren porque no pueden obtener una nutrición adecuada, comparten riñones o no pueden defecar normalmente”, subraya.