El presidente Nayib Bukele concluyó su visita a Washington, dejando un balance mixto que ha generado debate tanto en su país como en el ámbito internacional.
Aunque la reunión con el presidente estadounidense Donald Trump fue vista como un logro diplomático, la visita estuvo marcada por la ausencia de avances significativos en temas clave.
Uno de los puntos más destacados fue la falta de acuerdos concretos en materia de cooperación migratoria. Bukele había expresado su intención de fortalecer los lazos con Estados Unidos para abordar la crisis migratoria y mejorar las condiciones de los salvadoreños deportados. Sin embargo, las conversaciones no resultaron en compromisos tangibles, dejando en el aire las expectativas de una solución conjunta.
Además, la ausencia de honores protocolares durante su llegada a Washington fue interpretada por algunos como un desaire diplomático, lo que podría afectar la percepción pública de su liderazgo en el escenario internacional. A pesar de esto, Bukele logró mantener un diálogo abierto con Trump, quien elogió su colaboración en el uso del Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) para albergar a migrantes deportados, aunque este tema ha sido objeto de críticas por posibles violaciones a los derechos humanos.
La visita también puso de manifiesto las tensiones entre ambos países, especialmente en lo relacionado con la detención de Kilmar Ábrego García, un salvadoreño deportado por error desde Estados Unidos y encarcelado en el Cecot. Aunque Bukele evitó abordar este caso públicamente, su manejo del tema ha sido cuestionado por organizaciones de derechos humanos y sectores políticos.
En resumen, la visita de Bukele a Washington dejó más preguntas que respuestas, con logros diplomáticos limitados y desafíos pendientes que podrían influir en la relación bilateral entre El Salvador y Estados Unidos. La falta de resultados concretos subraya la necesidad de una estrategia más sólida para abordar los temas críticos que afectan a ambos países.