Bukele debe investigar: estremecedores relatos publicados en LPG pueden agravar situación del coronavirus en el país.

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or Eduardo Vázquez Bécker.- Los estremecedores relatos sobre la forma en que están siendo tratados los ciudadanos que se encuentran recluidos en el hospital Zaldaña y otros lugares que han sido adecuados para atender tanto a sospechosos como a pacientes del Covid-19 y que fueron publicados en La Prensa Gráfica este 28 de marzo, deben ser investigados de inmediato por el presidente Nayib Bukele a fin de evitar que se agrave la ya difícil situación por la que atravesamos provocada por el coronavirus.

Según LPG, los quejosos que razonablemente han solicitado anonimato, han pasado por verdaderos calvarios al grado de que en uno de los relatos, dos miembros de una familia acudieron a los servicios de emergencia del sistema de salud para que atendieran a su padre quien era un octogenario que presentaba dificultados respiratorias y así lograr que le proporcionaran oxigeno.

Según la denuncia, el padre fue separado, sin estar infectado del Covid-19, de sus hijos y llevado a un centro de emergencias mientras a los primeros se les trasladó a otro centro para determinar si padecían o no de la mortal peste. Solo volvieron a saber de su padre dos días después, cuando les informaron de que este había fallecido.

Reproducimos íntegro el reportaje de La Prensa Gráfica porque si bien aplaudimos el liderazgo presidencial de Bukele en esta difícil situación, no se puede permitir que ocurran hechos como los denunciados.

La Prensa Gráfica: Coronavirus en El Salvador: de cómo los tienen rolando en el Hospital Saldaña.

Dos hermanos llevaron a su papá de emergencia y nunca volvieron a verlo. Tenía 86 años y una enfermedad crónica en sus pulmones. Lo llevaron porque necesitaba oxígeno. A él lo hospitalizaron y a ellos “los encuarentenaron”. Por Evelyn Machuca 28 de Marzo de 2020 – 00:00 HS

Sus pruebas dieron negativo al COVID-19, pero siguen en cuarentena con otras personas a las que ni les han hecho pruebas. Los han cambiado cuatro veces de área. A nadie lo ha atendido un psicólogo.

Todo comenzó con fiebre alta y dolor de cabeza. No había tos ni estornudos. Para Lana, era una típica migraña. Fue a pasar consulta, le recetaron un hemograma, un general de orina y allí apareció una leve infección que a juicio del médico no ameritaba antibiótico, pero que sí fue suficiente para activar el 132, el número para reportar emergencias por sospecha de COVID-19.

Al día siguiente, viernes, la llegaron a sacar de su casa para llevarla a cuarentena al Hospital Nacional Saldaña. “Nunca se imaginé el tremendo encierro al que venía”, expresó. Ese día, 13 de marzo, casi a medianoche, le practicaron un hisopado en nariz y garganta para que el laboratorio determinara mediante una prueba si estaba infectada o no con el coronavirus.

El sábado comenzaron a suministrarle antibiótico y el domingo se lo suspendieron. Y no fue sino hasta el lunes 16 que le dijeron que el resultado de la prueba de COVID-19 había dado negativa, pero le explicaron que antes de regresar a su casa debía quedarse allí siete días en cuarentena, contados a partir del pasado sábado 14, cuando estuvieron listos los resultados.

Fue un par de días después que comenzó a rolar, junto a tres personas más: a las 8 de la noche del miércoles 18, los sacaron del área “LUCHA 1”, donde llegan todos los pacientes con sospecha de padecer COVID-19, y los llevaron a otra área a complementar los dos días que les faltaban para irse a casa el sábado 21.

La realidad, sin embargo, es que, hasta la fecha, todos siguen en el Saldaña y han rolado de área en área. “Todas asquerosas”, señalaron. “En el espacio donde estaba una señora hasta había un pato con sangre. Los baños son asquerosos, algo espantoso. Tenemos fotografías y videos de todo”, comentó otra persona que ni siquiera quiso que para este texto se especificara si es hombre o es mujer.

En esa segunda área estuvieron jueves y viernes. En ambos días, no se apareció un solo médico. Ya para la noche de ese viernes 20, las autoridades llegaron “en una gran carrera” a sacarlos para llevarlos a una tercera área. Les dijeron que los iban a trasladar a un albergue, que no era más que otra área del mismo hospital Saldaña; y de ser cuatro pasaron a ser nueve.

Esa sala estaba ‘full’ de gente cuando llegamos, habían quizás unas 20 personas, pero como a 10 se las llevaron a otro albergue o a hoteles”, contó Felipa, nombre tan ficticio como el de Lana, porque, según expresaron, ambas le temen seriamente al sistema: “Yo no quiero perder mi vida ni mi empleo, aquí solo van a venir a decir bien fácil: ‘Fulana, se regresa al área de LUCHA 1’, donde puedo contagiarme, se lo juro que ellos son capaces”, afirmó Lana.

Se llegó el día cero, sábado 21, y no pasó nada. Y así se llegó el miércoles 25, día en el que, por tercera vez, fueron a sacar al grupo para ubicarlo en un cuarto sitio.

“Todo lo hacen de noche. Nos meten en ambulancias sin ventanas. Sabemos que estamos en el hospital Saldaña solo porque los recorridos son cortísimos y porque desde aquí podemos ver el edificio de atrás”, expresó Lana.

Felipa contó que cuando llegaron a este cuarto lugar, en el todavía estaban ayer, encontraron a una joven de 22 años, quien había llegado cuatro horas antes y a quien el personal médico no habían atendido. Con ella se convirtieron en 10.

“Nos dijeron que solo íbamos a estar los nueve, porque prácticamente estábamos descartados de tener coronavirus, lo cual no sabemos de dónde sacaron esa conclusión, porque solo a cinco nos han realizado la prueba. Pero fuera de eso, a esta chica, de 22 años, la trajeron aquí, porque ella se atravesó caminando junto a su marido desde la frontera de México-Guatemala hasta la frontera de Guatemala-El Salvador y fue detenida y llevada a un albergue. Pero en el albergue comenzó a sangrar y a sangrar, porque no sabía que estaba embarazada y perdió al bebé de la gran caminada”, narró Felipa.

DOS HERMANOS NOVOLVIERON A VER A SU PAPÁ

Dos hermanos llevaron a su papá de emergencia y nunca volvieron a verlo. Tenía 86 años y una enfermedad crónica en sus pulmones. Lo llevaron porque necesitaba oxígeno. A él lo hospitalizaron y a ellos “los encuarentenaron”.

Alguien del grupo, de los 10, había intercambiado número de teléfono con alguien que se quedó en “LUCHA 1” y desde allí les avisaron que el señor había muerto ya hacía un día. “Cuando supimos eso, nos levantamos de las camas y salimos a gritar y renegar; y allí nos dimos cuenta que la puerta principal del edificio la tienen con cadena y candado. Así nos tienen, encerrados con cadenas y candados”, criticó la persona que pidió -de favor- no identificarla ni su sexo. No tienen idea de cómo harían en caso de temblor o de incendio.

Finalmente, un par de enfermeras aparecieron solo para decirles: “Ya va a venir una doctora a explicarles que su papá murió. Les vamos a entregar el cuerpo solo porque dio negativo en la prueba del coronavirus, sino lo tendríamos que enterrar aquí en el hospital”. Los hermanos solo pudieron “asistir” al entierro por medio de un video en el celular.

Y así también está la historia de una madre salvadoreña con su hija, de nacionalidad europea, que fueron llevadas desde el aeropuerto internacional Monseñor Óscar Arnulfo Romero. La señora es asmática y la niña, que tiene apenas siete años, sufre pesadillas todas las noches.

Y así también está la historia de una septuagenaria, quien también llegó referida desde el mismo aeropuerto. Los primeros días tenía tanto miedo que despertaba a una de sus compañeras para que la acompañara al baño en la madrugada.

O la historia de otra mujer a la que llegaron a sacar de su casa con todo y su madre, luego de que un vecino alertara que habían venido de México. A su madre la mandaron a un albergue y a ella la dejaron allí porque tenía gripe.

Nadie ha recibido atención psicológica. “Ni pensamos pedirla, porque aquí lo que van a hacer es enviarnos al Hospital Psiquiátrico”, expresó Lana.

Aunque han insistido en reiteradas ocasiones hablar con la dirección del hospital, no les han atendido.