Algo huele mal en Dinamarca

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Por Mauricio Eduardo Colorado.-

El inmortal Shakespeare, en su obra Hamlet, inmortalizo la frase con que titulamos el presente comentario, al poner en boca de Marcelo, el guardia del propio príncipe Hamlet la hoy famosa frase que trasluce las rarezas que están sucediendo en el reino, al conocerse el asesinato del rey, padre de Hamlet, y otras circunstancias que no tienen aparente explicación por aquellos  lares.

Y es que si bien nuestro desprestigiado sistema judicial padece desde hace mucho tiempo –demasiado quizá- de vicios que a ningún sistema honrarían a la justicia, en los tiempos modernos, no se vé por ningún lado que los esfuerzos por restablecer las épocas célebres del juez de Opico, y otros que han creado leyendas  muy contados que hacían brillar la justicia para dar ejemplo de honradez, dignas del más humilde, pero al mismo tiempo orgulloso de los jueces salvadoreños, actualmente  en la picota, por las presiones que se les hacen provenientes de diversos sectores públicos y privados. Nos referimos a los casos que se están conociendo y donde la justicia queda en duda de que la cosa está funcionando como debe ser.

Es de todo el mundo conocido lo ocurrido con la ya famosa calle Diego de Holguin, en la cual se sustituyó al Ministro de Obras Públicas porque el desarrollo de la obra había perdido el rumbo. Hasta allí, todo aparentemente bien. Lo que nos pareció equivocado, fue cuando el nuevo Ministro de Obras públicas, presentó a la Fiscalía una camionada de documentos con dedicatoria para que se denunciara a determinado Ministro que no era el señalado por la voz populi, lo cual, dadas las facultades conferidas a la Fiscalía, impedía hacer una verdadera investigación y obtener resultados reales, ya que proceder como lo hizo el Ministerio Público limitaba la investigación a una versión antojadiza, y de mala fé, que cuestionaba a un inocente, y por otra parte posiblemente exoneraba a un culpable.

Eso no lo sabremos, mientras la investigación no sea completa. Para mayores datos, recordemos el incidente en el cual uno de los involucrados declaró que era cierto que se habían tomado treinta millones indebidamente, pero que se le habían entregado al presidente de ese entonces. Cierto o falso, esa cantidad no es una bicoca y merece una verdadera y seria investigación. Gravísimo es y será que a sabiendas se acuse a un inocente, y se proteja a un culpable. Estos, no los verdaderos delitos de cuello blanco, porque los culpables se presentan como señorones, y la realidad es que están en un estatus de lo más bajo de la sociedad salvadoreña.

El error judicial es una de las más graves equivocaciones del derecho. Nuestro profesor de derecho penal nos decía una y mil veces que tener un culpable libre era mil veces más sano que tener un inocente preso.

Bien por los ciudadanos que aún tienen fé en la justicia llevada a puerto tranquilo, que una justicia retorcida llevada por aguas turbias, bajo presupuestos falsos y de mala fé, que arruinan vidas y acaban conciencias justas.