Un tumor cancerígeno contiene millones de células, pero tan solo entre un 1% y un 5% de ellas ostentan capacidad metastásica. De este pequeño porcentaje la mayoría de genes que se expresan en ellas están relacionados con el metabolismo de los lípidos, entre los que destaca –con exageración– la síntesis de la proteína CD36, un receptor que absorbe los ácidos grasos en la membrana celular.
“La grasa es esencial para la metástasis”, dice Salvador Aznar-Benitah, profesor de investigación ICREA del Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona (IRB Barcelona). El científico lidera el equipo de investigación que ha desenmascarado el reducido colectivo de células tumorales hábiles para iniciar y desarrollar metástasis, la causa de la mayoría de muertes por cáncer.
Hoy la revista Nature publica el primer análisis funcional de CD36 en la metástasis de cáncer oral, de mama luminal y melanoma. En enero pasado, otro trabajo, publicado en Scientific Reports, ya había demostrado la correlación estadística entre este receptor y las metástasis.
A mayor expresión de CD36, peor pronóstico. Investigadores de la Universidad Estatal de Michigan observaron este “patrón generalizado intrigante” al analizar unos 9.000 tumores primarios y metastásicos de diferentes tipos de cáncer como pulmón, ovario y vejiga de la base de datos del Atlas del Genoma del Cáncer.
TERAPIA ANTI-METASTÁSICA
Ahora, los autores del reciente trabajo han identificado el efecto de CD36 en muestras de cáncer oral de pacientes que implantaron en la misma ubicación de la cavidad oral de ratones, para luego identificar el centenar de células metastásicas del tumor y analizar su comportamiento.
El cáncer oral se suele detectar ya en estadios avanzados por un ganglio en el cuello, que forma parte de la primera cadena de metástasis, explica Coro Bescós Atin, coautora del estudio y jefa de servicio de cirugía máxilofacial del Hospital Universitario Vall d’Hebron, de donde provienen los tumores humanos utilizados en el estudio.
Los investigadores también comprobaron que si añadían el receptor CD36 a los tumores que en principio no provocaban metástasis se convertían en metastásicos por la acción de esta proteína. Lo mismo ocurría a la inversa: cuando bloquearon este receptor para cerrar la puerta celular que permite la internalización de ácidos grasos se detuvo la metástasis; a pesar de que el tumor primario seguía creciendo, la incidencia de metástasis se reducía hasta casi su desaparición.
“El trabajo es una contribución excelente al conocimiento actual sobre las células que originan metástasis al demostrar la relevancia del metabolismo de las grasas”, valora Joan Massagué, director del Instituto Sloan Kettering de Nueva York y referencia internacional en esta materia.
Aznar-Benitah y su equipo han patentado los resultados de su estudio, que apuesta por la inhibición de CD36 como terapia anti-metastásica. Actualmente trabajan con la empresa inglesa MRC Technology para neutralizar dos nuevos anticuerpos que se podrían empezar a probar en humanos dentro de unos cinco años, en ensayos clínicos para pacientes con carcinoma oral.
PREOCUPACIÓN POR LOS ALIMENTOS PROCESADOS
Los autores del estudio también han establecido una relación entre la dieta rica en grasas y las metástasis más agresivas. Los resultados demuestran el efecto potenciador de los ácidos grasos en la diseminación de un cáncer. El 30% de los ratones con cáncer oral que siguieron una dieta convencional desarrollaron metástasis, mientras que esta tasa aumentó hasta el 80% cuando se les administró una dieta un 15% más rica en grasas.
“La obesidad aumenta el riesgo de cáncer, estos resultados podrían ser otra cara del consumo excesivo de grasas, sobre todo las saturadas”, apunta Abel Mariné, catedrático emérito de nutrición y bromatología de la facultad de farmacia de la Universidad de Barcelona (UB).
Las grasas en la dieta son “esenciales” para la salud, indica Massagué, aunque el consumo excesivo sea nocivo: “el trabajo de Aznar-Benitah remarca cómo las grasas pueden exacerbar la formación de metástasis en un tipo particular de cáncer en un modelo experimental”.
Además el estudio ha puesto el foco en el ácido palmítico, el ácido graso saturado más común de la dieta de los países industrializados, incluso en aquellas regiones donde debería reinar la dieta mediterránea. Por ejemplo, más de la mitad de las calorías que ingieren los estadounidenses provienen de alimentos ultraprocesados, según un estudio publicado este año en la revista BMJ Open.
Los autores del trabajo trataron un tumor oral con ácido palmítico durante dos días. Después de inocularlo en el ratón su frecuencia metastásica pasó del 50% al 100%: todos los roedores desarrollaban metástasis por el consumo de ácido palmítico, que también depende del receptor CD36.
“La crema de cacao, leche y avellanas es básicamente ácido palmítico enlatado”, advierte Aznar-Benitah sobre las dietas industrializadas. Esta sustancia se encuentra en muchos productos de supermercado y comida preparada, sobre todo en forma de aceite de palma porque el producto no se oxida (resiste muy bien a las altas temperaturas) y es más económico que el aceite de oliva o girasol.
Hace dos años entró en vigor un reglamento de la Unión Europa (UE 1169/2011) que obliga a indicar en la etiqueta de los productos alimentarios el tipo de aceite y grasas vegetales utilizadas. Abandonar el concepto genérico de aceite vegetal “destapó la industria alimentaria”, comenta Mireia Carbonell, nutricionista y tecnóloga de los alimentos.
Además del riesgo para la salud la experta añade el problema ecológico asociado a este alimento por la deforestación de bosques tropicales y pérdida de biodiversidad, a pesar de que haya producción sostenible certificada de aceite de palma.