El gobierno envía soldados a «luchar» contra ‘lechugas’

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Con trajes impermeables, que cubren la mitad de su cuerpo, con palas mecánicas, barcazas y a mano, centenares de militares y pescadores artesanales remueven afanosamente una planta flotante que cubre el embalse del Cerrón Grande, el lago Suchitlán, para devolverle la prosperidad a esta zona turística. Los soldados van pacientemente sacando las plantas invasoras, apoyados con barcazas, mientras los pescadores que residen en la ribera del cuerpo de agua cargan las plantas en cestos en medio de un olor nauseabundo.

Se trata de una guerra contra la llamada “lechuga de agua” (Pistia stratiotes), de unos 30 centímetros de diámetro, que se ha propagado sobre la superficie del embalse, ahogando el importante recurso hídrico artificial situado a 45 km de la capital, al alimentarse de contaminantes químicos que llegan por sus afluentes.

Para recuperar la economía de los poblados ribereños, el gobierno movilizó a 360 soldados para remover las plantas.

El lago alberga una rica biodiversidad, con aves migratorias en sus islas, pero ahora la mayor parte de su espejo de agua está cubierto por la “lechuga”. Su expansión se ha visto favorecida por el viento y las copiosas lluvias, y ha paralizado la pesca artesanal y el turismo. Para apoyar a los militares, el gobierno contrató a unos 340 lugareños, mayoritariamente pescadores artesanales que llevaban meses sin trabajar pues era imposible navegar entre las plantas.

Los comerciantes de la zona están esperanzados de que el lago recupere su esplendor.

Unos 50 trabajadores de restaurantes perdieron sus empleos en Puerto San Juan de Suchitoto, un pueblo turístico con casas de estilo colonial y techos de teja. La planta flotante cubre mas de la mitad de las 13,500 hectáreas del lago, según estimaciones de los militares.

Según el ambientalista Ricardo Navarro, líder de la ONG Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada (CESTA), el lago enfrenta “el efecto del descuido de no tratar las aguas contaminadas”. “Esas plantas encontraron en el lago el mejor caldo de cultivo”, dijo Navarro a periodistas. El embalse, construido en los años 70, provee de agua a una central hidroeléctrica y es alimentado por el caudaloso río Lempa, que a su vez recibe aguas de otros ríos contaminados.

¿Una acción tardía?

El despliegue de los militares en el lago ha generado un debate. Aunque la acción muestra un compromiso del gobierno para abordar la crisis ambiental, expertos y ambientalistas advierten que podría tratarse de una respuesta tardía, cuyas consecuencias a largo plazo ya se están sintiendo en el ecosistema.

La proliferación de esta planta acuática no es un fenómeno reciente. A lo largo de los años, la «lechuga de agua» ha invadido el embalse, alimentándose del exceso de nutrientes provenientes de la escorrentía agrícola y las aguas residuales que desembocan en el lago. La densidad de la planta ha creado un manto verde que cubre grandes extensiones de agua, impidiendo el paso de la luz solar.

Las consecuencias de la tardanza

La principal preocupación de los expertos radica en que la limpieza, aunque necesaria, no ataca la raíz del problema. La remoción manual o mecánica de la planta es solo una solución temporal. Sin un plan integral que controle las fuentes de contaminación y el flujo de nutrientes al embalse, la «lechuga de agua» volverá a proliferar en poco tiempo.

Más grave aún son las consecuencias de la pudrición de los vegetales flotantes que ya han cubierto el lago. La materia orgánica muerta de la planta se hunde y se descompone, consumiendo el oxígeno disuelto en el agua en un proceso conocido como eutrofización. Este fenómeno tiene efectos devastadores:

  • Muerte masiva de peces: La falta de oxígeno en el agua causa la asfixia de peces y otras especies acuáticas. Las comunidades pesqueras que dependen del lago para su subsistencia ya reportan una disminución drástica en sus capturas, lo que amenaza su seguridad alimentaria y económica.
  • Generación de gases tóxicos: La descomposición anaeróbica (sin oxígeno) de la materia orgánica produce gases como el sulfuro de hidrógeno, que no solo emiten un olor fétido, sino que son tóxicos para la vida acuática y pueden afectar la salud de las personas que viven cerca del lago.
  • Contaminación del agua: El agua se vuelve turbia, adquiere un color oscuro y se vuelve inutilizable para cualquier propósito, incluyendo la generación de energía hidroeléctrica en la planta del Cerrón Grande.

La intervención de los militares es un paso visible y urgente, pero el desafío real para el gobierno de Nayib Bukele es implementar una estrategia a largo plazo que combine la limpieza con medidas de control de la contaminación. Esto incluye la construcción de plantas de tratamiento de aguas residuales, el fomento de prácticas agrícolas sostenibles y la educación ambiental de las comunidades. Sin estas acciones de fondo, el lago de Suchitlán corre el riesgo de convertirse en un pantano, perdiendo su valor ecológico y económico para El Salvador.