Ni la Seguridad ni el bitcóin se traducen en crecimiento económico en El Salvador

Por Matthew Bristow -Bloomberg-

0
82

Los pandilleros que solían acosar a los cafeteros de la cordillera del Bálsamo han desaparecido: encarcelados, muertos a tiros o en fuga gracias a las medidas de seguridad que han convertido al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en uno de los líderes más populares del mundo.

Con el desmantelamiento de las bandas y el fin de sus extorsiones, se ha eliminado un enorme obstáculo para el desarrollo. Los agricultores de la rica tierra volcánica de la región deberían poder beneficiarse de una subida del 75% en el precio mundial del café este año. Pero no ha sido así.

Desde que Bukele ganó la presidencia en 2019, la economía ha crecido menos que las de sus vecinos Guatemala y Nicaragua, mientras que el producto interno bruto de Honduras superó el año pasado el de El Salvador por primera vez en más de tres décadas. El hecho es que, aunque la caída del 96% en la tasa de homicidios ha provocado un boom inmobiliario y un aumento del turismo, hasta ahora no ha logrado desencadenar una expansión económica más amplia.

“No estamos viendo realmente el dividendo de la paz en términos de un repunte de la actividad económica”, dijo el ex presidente del banco central Mauricio Choussy en una entrevista. “La economía es el talón de Aquiles de este gobierno”.

La nación centroamericana de 6,4 millones de habitantes, conocida hoy por el surf, el café gourmet y por haber apostado cientos de millones de dólares al bitcóin, se ha visto frenada durante décadas por una infraestructura inadecuada, un sistema escolar deficiente y bajos niveles de inversión.

Aliados de Bukele dicen que están abordando estos problemas y que el país está en la senda de la prosperidad gracias a inversiones como ampliaciones portuarias y un nuevo aeropuerto, mejoras en la calificación soberana y el descenso en los costos de los préstamos antes de un potencial acuerdo por US$1.400 millones con el Fondo Monetario Internacional. Bukele también declaró este mes que quiere levantar la prohibición de la minería, para aprovechar las reservas nacionales de oro y otros metales.

También está la cálida relación de Bukele con Donald Trump, el presidente electo de EE.UU. quien se ha declarado un aliado de las criptomonedas. Esta relación podría determinar si el país puede transformar los avances en seguridad en avances económicos, corregir décadas de débil productividad y frenar el asfixiante nivel de deuda pública.

“Pero así como el enfermo que se curó del cáncer y ahora quiere curarse del corazón, el país ya se curó de las pandillas y ahora quiere curarse de la mala economía”, dijo Bukele en junio, en el discurso inaugural de su segundo mandato tras obtener casi el 85% de los votos.

Bukele tuvo un entusiasta recibimiento en la Conferencia de Acción Política Conservadora cerca de Washington en febrero. El presidente de la CPAC, Matt Schlapp, devolvió el favor al estar presente en la inauguración de Bukele, saludando su victoria como prueba de que “el conservadurismo está ganando tracción en todo el mundo y los países que están adoptando el conservadurismo están cambiando para mejor”.

EE.UU., dijo, “va a ayudar al pueblo de El Salvador muy pronto”.

Trump podría ser una bendición mixta para la administración de Bukele. Su promesa de frenar la migración y deportar a un gran número de personas podría golpear duramente al país: se estima que hay 750.000 salvadoreños indocumentados en EE.UU., la mayor población de migrantes ilegales después de los mexicanos.

Dado que las remesas representan más de una quinta parte del PIB de El Salvador, el consumo es muy sensible a la política migratoria de EE.UU., dijo Choussy. Al mismo tiempo, es probable que Bukele deba despedir a trabajadores del sector público como parte de un acuerdo con el FMI, por lo que los salvadoreños expulsados por Trump llegarían a un país con un mercado laboral más débil, añadió.

Esta debilidad se puede ver en la municipalidad de Tepecoyo unos 30 kilómetros al oeste de San Salvador. Aquí, trabajadores ganan menos de US$200 al mes y viven en chozas construidas con tablones y chapas oxidadas. Muelen sus propios granos de maíz para preparar tortillas en cocinas a leña. Un agricultor dijo que lugareños hambrientos arrancaron sus árboles frutales y que niños desnutridos a veces devoran sus granos de cacao crudos.

Minerales de los volcanes confieren al café salvadoreño una acidez muy apreciada por los más entendidos. Pero este año, tormentas dañaron los granos de café de la región por lo que no pudieron ser vendidos para grados especiales y tuvieron que liquidarse a un menor precio genérico.

María del Carmen Sánchez gana unos US$170 al mes recogiendo café, y gasta cerca de la mitad en enviar alimentos, jabón, pasta de dientes y papel higiénico a un hijo, arrestado en los primeros días de la campaña de Bukele contra las pandillas.

La estrategia del gobierno contra las bandas consiste en cortar la comunicación entre los presos y el mundo exterior. Por esto, Sánchez no ha hablado con su hijo desde su detención en 2022. No tiene forma de saber si recibe sus paquetes.

“A veces me dan ganas de dejarlo todo para ir a buscar a ese muchacho”, dijo, añadiendo que no sabe leer, por lo que difícilmente llegaría lejos.

El Salvador tiene la tasa de encarcelamiento per cápita más alta del mundo, más del triple que EE.UU., según World Prison Brief, una base de datos en línea. La tasa de homicidios cerraría el año en alrededor de 1,9 por cada 100.000, según cifras oficiales, en comparación con 53 por cada 100.000 de 2018. Eso significa que la antigua capital mundial del asesinato es ahora menos violenta que Canadá.

Los cafeteros que viven en la capital ahora pueden visitar sus granjas sin miedo y comprar fertilizantes sin ser saqueados. Pero las carreteras sin asfaltar, el analfabetismo y el escaso acceso al crédito mantienen a gran parte del campo sumido en la pobreza.

Aunque la agricultura sigue de capa caída y el sector textil y de confección, el principal sector exportador del país, sufre la feroz competencia asiática, algunas industrias florecen. La baja en la delincuencia permitió que el turismo aumentara un 33% el año pasado, hasta los 3,4 millones de visitantes.

El dinero también entra a raudales en el mercado inmobiliario, impulsado en gran medida por los compatriotas que emigraron a EE.UU. hace décadas.

La Cámara Salvadoreña de la Industria de la Construcción afirma que la mejor seguridad ha desencadenado el mayor auge que han visto desde que terminó la guerra civil en 1992.

“Hace tres o cuatro años, nadie pensaba en volver aquí”, dijo Luis Dada, director ejecutivo de Inversiones Omni, una de las mayores empresas constructoras del país. “Ahora, El Salvador se ha convertido en una opción”.

Los salvadoreños que han prosperado en lugares como el sur de California o Texas pueden obtener más por su dinero en su tierra natal. Incluso después de la reciente subida de precios, un apartamento de 4 dormitorios de 168 metros cuadrados (1.800 pies cuadrados) y con terraza al océano Pacífico se puede comprar por US$385.000.

El frenesí comprador se ha extendido incluso a antiguas zonas asoladas por el crimen. Hasta hace poco, La Campanera era uno de los barrios más violentos del planeta. Ahora, en este barrio obrero de las afueras de San Salvador se están disparando los precios de la vivienda.

Allí todo el mundo tiene alguna historia de terror relacionada con Barrio 18, la banda que controló la zona hasta 2022. Ese año, Bukele arrestó a todos e inundó el barrio de tropas y policías. La zona, que tiene vistas a un volcán, es de repente un lugar deseable para vivir.

María de los Ángeles Morales estaba en un parque con sus hijos un sábado reciente al atardecer, algo que , según ella, solía ser imposible. Rompió a llorar al contar cómo unos pandilleros intentaron violar a su hija y luego la mataron a tiros cuando se resistió. Describe a Bukele como un instrumento de Dios.

“Si no hubiera sido por ese hombre, imagínense cuántas personas más estarían sufriendo”, dijo.

Otro residente, Carlos Ponce, era dueño de un cibercafé. En 2017, dice que seis pandilleros lo llevaron a un campo de fútbol y le dieron una paliza cuando se negó a prestarles sus PlayStations. Aunque agradece la ausencia de las pandillas, no ha visto ningún repunte en las ventas de su puesto de café, refrescos y bocadillos.

“La economía no ayuda”, dice Ponce. “No ha mejorado en absoluto”.

Pero hay señales de progreso, aunque no todos lo sientan. Los bonos en dólares de El Salvador han registrado uno de los mejores retornos en el mundo desde la victoria electoral de Trump en noviembre. Trump después nombró a un partidario de las criptomonedas como regulador de valores de EE.UU., lo que hizo que el bitcóin alcanzara los US$100.000 por primera vez. Esto elevó el valor de las tenencias de El Salvador de la moneda digital a más de US$600 millones, según el gobierno.

El FMI prevé que la economía salvadoreña se expandirá un 3% este año, tras crecer un 3,5% en 2023. Esta cifra está por encima de su tendencia a largo plazo, aunque sigue siendo inferior a la de sus pares en la región.

Así como los opositores de Bukele admiten que la seguridad ha mejorado drásticamente, algunos de sus mayores admiradores aceptan que queda un largo camino por recorrer para lograr una economía dinámica.

El barrio de La Campanera es ahora “lo más bonito que podía ser, gracias en primer lugar a Dios y en segundo al señor Bukele“, afirma José Majano, un guardia de seguridad jubilado que dice ganar unos US$60 al mes reciclando botellas. La economía, sin embargo, “está difícil”, dijo.

“Estamos solos mi mujer y yo, dos ancianos. Pagar la comida es duro para nosotros”, dijo Majano, de pie frente a una barbería junto a un callejón que solía tener un puesto de vigilancia de bandas a su entrada. “Le pido al señor Bukele que se acuerde de nosotros”.