La influencia del Bukelismo en Latinoamérica: ¿Una alternativa exportable?

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Por Miguel Angel Sosa Goico*

En los últimos años, la figura de Nayib Bukele y su corriente política, el “bukelismo”, ha ido sumando una gran popularidad en El Salvador y en la región latinoamericana. Su estilo de liderazgo directo y enérgico, su lucha contra la corrupción y su enfoque en la tecnología y la innovación, sin duda captan la atención de muchos, especialmente entre aquellos que buscan una alternativa al status quo tradicional. Contraponiéndose a un liderazgo desgastado, que ha estado marcado fundamentalmente por un bipartidismo de casi 30 años: La Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que prácticamente dominaron la política salvadoreña desde el fin de la guerra civil en 1992 hasta la llegada de Bukele en 2019.  Destacando, que este último fue expulsado de las filas de FMLN en 2017, lo que desencadenó más adelante en la fundación de su actual partido “Nuevas Ideas”, reconocido por el Tribunal Supremo Electoral de esa nación en 2018.

El bukelismo ha desarrollado una envidiable popularidad entre los jóvenes, pero esto se debe en parte a la forma en que Bukele ha logrado conectar con ellos. Su presencia en las redes sociales, su estilo desenfadado y su discurso directo han sido elementos atractivos para muchos jóvenes que se sienten alejados o desconectados de la oferta política cuscatleca.

Uno de sus ejes estratégicos ha sido el uso de las redes sociales y la tecnología para conectar con los ciudadanos y difundir sus ideas. Se puede decir que ha utilizado sagazmente su presencia en las redes sociales para comunicarse directamente con un segmento poblacional significativo y mantener un contacto “cercano” e impersonal con ellos. Sin embargo, es menester mencionar,  que según datos arrojados por la International Telecommunication Union (ITU), en 2021, apenas el 30.6% de la población de El Salvador utilizaba internet. Claro está, esta cifra no necesariamente indica el acceso a la tecnología en términos de dispositivos, ya que muchas personas pueden acceder a internet desde dispositivos compartidos o  lugares públicos.

El gobierno de Bukele ha implementado medidas económicas y sociales llamativas que han sido vistas como un ejemplo para otros países de la región. Por ejemplo, El Salvador marcó un precedente cuando se convirtió en el primer país del mundo en adoptar el bitcoin como moneda de curso legal, lo que despertó cierto interés en el uso de las criptomonedas en la región. Aunque más tarde, la Corte Suprema de Justicia de El Salvador haya declarado inconstitucional la Ley de Bitcoin, y por vía de consecuencia, se desarticulaba al bitcoin como moneda de curso legal. Según la Corte, la ley no cumplía con los requisitos constitucionales necesarios para su aprobación, como la consulta con diferentes sectores de la sociedad.

La implementación de programas sociales como el Plan Control Territorial ha sido otra de las medidas que han llamado la atención en la región, y cuyo objetivo principal es mejorar la seguridad ciudadana, para reducir los niveles de homicidios y violencia en ese país. Pero el plan ha sido objeto de críticas y controversias por parte de algunos sectores de la sociedad civil, quienes han cuestionado su enfoque represivo y la falta de atención a las violaciones de derechos humanos en las operaciones de seguridad. Teniendo en cuenta que para la ejecución de este plan se tuvo que aperturar un estado de excepción que parece ser perpetuo hasta la fecha, y esto gracias a la mayoría absoluta de su partido en el parlamento. Infiriendo en la derogación de ciertos derechos fundamentales, y traduciéndose ciertamente en la conculcación arbitraria de estos derechos. Esto supone luz amarilla para otras naciones que quisieran emular este denominado “método Bukele”. Pero luego vemos ejemplos como el de Honduras, donde la presidenta Xiomara Castro, en diciembre pasado, aplicó también un «estado de excepción parcial» por 30 días cuyo objetivo similar era promover la «seguridad en los espacios públicos» para incentivar la actividad económica. Lamentablemente no ha sido ni parcial ni efectiva a día de hoy en cifras estadísticas.

Es importante señalar, que Bukele, como cualquier líder populista y carismático que sobresale estrepitosamente, haya sido fuertemente criticado en la forma como ha manejado ciertos asuntos, incluyendo la democracia y los derechos humanos. Algunas ONG como Humans Rights Watch (HRW) han expresado preocupación por el acaparamiento de poder con matices autoritarios y por el debilitamiento y erosión de las instituciones democráticas en el país. Estableciendo dicha organización que “Los Gobiernos latinoamericanos no deberían enceguecerse con la actual popularidad de Bukele, porque la historia muestra que las políticas de mano dura, a la larga no sirven para mejorar la inseguridad”. Sin embargo, vemos como este tema parece ser eclipsado por la gran propaganda existente en la lucha contra las pandillas, la corrupción, el crimen organizado y la reciente “mega cárcel” inaugurada y puesta en función.

¿Es la estrategia de Bukele un riesgo para cualquier democracia? La estrategia o el método ya tiene precedentes significativos: control del Poder Legislativo, nombramiento  inconstitucionales de jueces simpatizantes al gobierno, control del Poder Judicial, entre otros y rompiendo así con el necesario balance entre los poderes de una república democrática. Esto sin duda crea suspicacia y pone a cualquiera a pensar si verdaderamente el fin justifica y legitima los medios.

¿Realmente influye el método bukele en la región? La influencia del bukelismo en Latinoamérica aún es incierta. Si bien su enfoque innovador y su lucha contra la corrupción han sido bien recibidos por muchos, también han habido preocupaciones como mencionamos anteriormente sobre su impacto en la democracia, los derechos humanos y la balanza de poderes en un Estado de Derecho.

¿En la República Dominicana estamos o adoptaremos parte del método? La región latinoamericana es diversa y cada país tiene su propia realidad política y social, por lo que no es fácil replicar la experiencia de El Salvador en otros lugares. Cada nación tiene su propia realidad y desafíos, y las soluciones no siempre son universales. Por eso es fundamental que los países de la región encuentren su propio camino hacia la democracia y el desarrollo sostenible.

*Miguel Angel Sosa Goico escribe en El Nuevo Diario, de la República Dominicana