Por Mauricio Eduardo Colorado.-
El fenómeno de las pandillas, lejos de disminuir, más parece que crece paulatinamente. La semana que termina, y especialmente por los cinco fallecidos en el centro de San Salvador, y los ocho o diez en un mismo día en la ciudad de San Martín, nos refleja la idea que tenemos un problema serio. Cada caso, es diferente a los demás, pero en el fondo el esquema de funcionamiento es el mismo.
Un grupo de personas sin ningún escrúpulo, y muy pocos o ningún valor ético ni moral, han tomado la decisión de vivir la “vida loca” o vivir el día sin tener visión de futuro, sino que solamente viven el presente, e irla pasando a como dé lugar, proveyendo a sus necesidades físicas en forma improvisada, bajo la amenaza de la muerte, como arma única, final y radical, que somete a sus semejantes que ni siquiera pueden o no quieren defenderse bajo el concepto de “legítima defensa” porque el temor lo tiene bajo control, además de carecer de los instrumentos o armas que le podrían dar un margen de sobrevivir en este “campo de batalla”.
Lo sucedido en el centro de San Salvador, y San Martín ha hecho crisis, porque la medida que ha tomado la autoridad de retirar la vigilancia privada y sustituirla por vigilancia pública, puede ser un plan que consiga dudosos resultados. En todo caso prescindir dela seguridad privada, -para algunos- puede significar un punto a favor de la criminalidad, quien puede sentirse envalentonada.
Algunos políticos, tratando de atraer agua para su molino, ya han declarado que lo sucedido en ese aciago día, tiene vinculaciones políticas tomando en cuenta que la inseguridad que se produce, solo servirá para censurar a los respectivos gobiernos municipales, por su aparente incapacidad para mantener el orden del municipio. Ignoramos la causa real de lo que está ocurriendo en estos territorios, pero si podemos dar fe, -por lo que publican los medios, que es en muchos lugares de la nación, en donde el operar del crimen se ha generalizado, por causa de los políticos o no, pero ciertamente, afectando a la población.
A mucha gente le preocupa cuáles podrán ser las causa, pero lo que si es cierto, es que la delincuencia se extiende incontrolable por todos los rincones de El Salvador.
El fenómeno tiene características internacionales, porque es un fenómeno que se produce en todos los países que han sido “invadidos” por las pandillas, y es frecuente oír en la radio, o leer en los periódicos de asesinatos de sujetos que acaban de regresar al país, deportados de E.U, o que acaban de salir de la cárcel.
La verdad de este caos social nos preocupa porque violencia llama violencia, y la paz social se aleja más y más, Desde luego que cada quien es libre de pensar y sugerir soluciones a los problemas, pero aunque existen propuestas de todo tipo y todos los colores, es muy peligroso que alguien de cualquier sector político se tome el poder e imponga el orden por un tiempo indefinido, con el consiguiente río de sangre que eso conlleva.
Se conocen versiones de gobiernos asiático que han logrado la paz a sangre y a fuego, y que han logrado imponer el orden a los ciudadanos que sobrevivieron a la reorganización, pero en tales países de se eliminó el estado de derecho, y desde luego los derechos humanos.
Pero como decimos, quienes sobrevivieron, viven en paz. Muchos quisiéramos la paz, sin necesidad de llegar a esos extremos, pero pareciera que las circunstancias nos encaminan a una solución terrible.
Hay quienes piensan que mientras el poder político se encuentre en manos corruptas, la solución se mantendrá muy lejos de la realidad.
Quien se oponga al combate de la corrupción, al crimen y dude desde su cargo en apoyar las medidas de salvar el país, debe ser objeto de sospecha, y debería –y esto es importante- ser denunciado por el ciudadano, ante las autoridades, y ante la opinión pública, y al final, lograremos sobrevivir dentro de nuestro sagrado territorio.
Rompamos los yugos de la nueva esclavitud que nos están imponiendo.