Por José Mauricio Tovar R..- La Santa, católica y Apostólica Iglesia Romana es quien mejor conoce los 10 Mandamientos de la ley de Dios y al parecer es quien primero los desobedece, sin importarle las consecuencias que sus actos puedan traer a la humanidad, por saciar sus caprichos o sus planes algunas veces malévolos.
Basta con hojear el pasado y ver a cuanta gente se despacharon con la Santa Inquisición o Tribunal del Santo Oficio, sólo porque no querían que se supiera que la tierra era redonda, entre otras muchas injusticias. Todo el que no estaba de acuerdo con sus ideas era tachado de hereje y con ello obtenía “la Green Card” de la época que lo mandaba al otro mundo sin remordimientos ni reparos.
Por desgracia estas prácticas aún se mantienen vigentes hasta la fecha, la única diferencia es que en la actualidad ya no los chamuscan ni les torturan con atroces castigos como el machacador de cabezas, la cuna de Judas, la rueda, la pera, el empalamiento, el potro, la garrucha, etc, etc, etc. Espeluznantes actos propios más del demonio que de la Curia.
Hoy el método más usado es la mentira y el engaño, que lo utilizan para llevar agua hacia su molino o como dicen ellos: ovejitas a su rebaño. Así nació el Concilio Vaticano II, el documento de Medellín, la famosa Iglesia popular de los pobres o la Teología de la Liberación, cuyo único objetivo era incrustar el Marxismo Leninismo en la Juventud y en las masas populares.
En este escenario, en abril de 1976, Mons. Luis Chávez y González celebra su 75 aniversario de vida, dando paso a su inminente dimisión como Arzobispo Metropolitano de San Salvador. Hecho ocurrido en una de las épocas más convulsas de la historia de El Salvador cuando estaba en su apogeo un tipo de revolución marxista-eclesiástica que ya había sido aplicado en Cuba y Nicaragua entre otros países del Continente, tal y como lo hace ver Monseñor Freddy Delgado, Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador en un informe reservado. Curiosamente Mons. Delgado falleció poco tiempo después en un extraño accidente de tránsito.
Dice Mons. Delgado: “En esa época se inició una campaña de desprestigio contra obispos candidatos a la sucesión y otra campaña de desprestigio contra el Gobierno del General Carlos Humberto Romero. Para esta campaña fue desplazado desde la Argentina el ex sacerdote José Miguel Bonino, quien se vino a inscribir como estudiante de la UCA y que llegó a ser director del ISTU pero cuya tarea era dedicarse de lleno a buscar al sucesor de Monseñor Luis Chávez, eligiendo a Mons. Oscar Romero por ser, como él mismo lo dijo: “Un Obispo Manejable”.”
Continua Mons. Delgado: “Con su elección se pretendía que no se volviera atrás en la -Línea de pastoral encarnada en el pueblo- y les permitiría instrumentalizar de lleno a la Iglesia la cual era una herramienta de poder que debería colaborar a la causa de la revolución comunista.”
“El 8 de Febrero de 1977 Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador tomando posesión del arzobispado diez días después en una ceremonia realizada en la Iglesia de San José de la Montaña porque la Catedral fue ocupada por el “Grupo de Reflexión Pastoral” (mismos que ya con anterioridad habían marginado a Luis Chávez y Rivera Damas) para impedir que el arzobispo tomase posesión de la misma.”
“Monseñor Romero desde un principio se opuso a la línea pastoral de Medellín y también declaró que no tendría ninguna relación con el gobierno por la masacre ocurrida el día 28 de febrero (ese mismo día aparecen las LP-28, grupo armado comunista).”
“El 12 de marzo del mismo año fue asesinado el Padre Rutilio Grande y en la misa de Cuerpo Presente Mons. Romero afirma que apoyaba la línea pastoral del Padre Grande quien en su última etapa se había enfrentado con los sacerdotes marxistas que se entrometían en su parroquia para adoctrinar campesinos en el marxismo-leninismo. El padre Grande había solicitado su traslado al Provincial Estrada pues decía sentirse muy incómodo, amenazado, en Aguilares. El luto de Mons. Romero influido por los sacerdotes revolucionarios, parecía indicar que el Padre grande había sido asesinado por los anticomunistas. Pero la verdad, (dice Mons. Freddy Delgado) ya había dejado de ser útil a los revolucionarios y creo sinceramente que por ahí habría que buscar la razón de su muerte”.
Más adelante Mons. Delgado en su informe reservado agrega: “El padre Belga Pedro Declercq reunió en la Colonia Zacamil a varias ex religiosas que dejaron o fueron expulsadas de sus Congregaciones respectivas por diferentes motivos, a ellas se añadieron algunas señoritas activistas de la revolución comunista y así fundó una nueva congregación de monjas de la Iglesia Popular. Estas monjas con cruz de madera al pecho, aparecieron en varias oficinas del arzobispado. Una de ellas fue la secretaria privada de Mons. Romero y otra la encargada del archivo del arzobispado.”
Y agrega: “Un grupo de militares lograron involucrar a Mons. Romero en el proyecto de Golpe de Estado del 15 de octubre de 1979 porque no les convenía tener en su contra al arzobispo de San Salvador. El 25 de octubre de ese año el BPR (Bloque Popular Revolucionario) y las LP-28 declararon traidor al Arzobispo cuando advirtieron que los militares empezaban a librarse de infiltrados marxistas leninistas. Un grupo de religiosas le interpeló reprochándole su traición y declarando que ellas seguirían firmes en la lucha al lado del BPR.”
“En la homilía de las misas dominicales que celebró en la catedral durante el mes de diciembre de ese mismo año, Mons. Romero trató de recuperar las simpatías de los grupos comunistas. Ambos grupos, el BPR y las LP-28 rechazaron por dos veces la mediación que les ofreció. El Papa Juan Pablo II llama a Roma al Arzobispo para enterarse de primera fuente de su labor pastoral.”
Continúa Mons. Freddy Delgado: “El domingo siguiente a su regreso de Roma, Mons. Romero señaló las injusticias y desmanes de los grupos marxistas-leninistas. La respuesta al interior del Arzobispado fue inmediata. Al día siguiente, lunes, los sacerdotes de la iglesia popular y las religiosas de la “nueva iglesia” que trabajaban en el arzobispado, en el edificio del Seminario San José de la Montaña, abandonaron sus despachos en señal de protesta. Mons. Romero confesó el hecho en la homilía del siguiente domingo en la catedral y dijo: ´Me han dejado solo´”.
“Mons. Romero había traicionado a los grupos comunistas y a la causa marxista-leninista. Esto significaba, en la disciplina comunista, pena de muerte. Monseñor Romero quiso congraciarse con los grupos comunistas volviendo, en la homilía de los domingos subsiguientes al sistema de la denuncia en contra del Gobierno, haciendo caso omiso de las injusticias comentadas por los grupos comunistas o señalándolas de forma paliativa”.
El 24 de Marzo de 1980 a las 17:40 horas, mientras celebraba una misa en el Hospital de la Divina Providencia, “fue asesinado de un tiro de fusil de 25 milímetros envenenado. A esa misma hora en forma sincronizada, estallaron bombas a todo lo largo del país. Mientras tanto en la Universidad Nacional, que en ese entonces era el cuartel general de las agrupaciones comunistas y ocupaban cada una de ellas un edificio distinto, el ERP y las LP-28 recriminaron desde los altavoces A LAS FUERZAS POPULARES DE LIBERACION (FPL) por haber asesinado a Mons. Romero. Esa reacción fue inmediatamente controlada.”
La víspera del funeral, Mons. Urioste disuadió a los obispos a que celebrasen el funeral, alegando que los comunistas iban a tomarlos como rehenes y al Nuncio Apostólico para presionar al gobierno que capturase a los asesinos.
“A la hora de la homilía de la misa de funeral, los grupos comunistas hicieron estallar bombas en los contornos de la Plaza Barrios….Muchas personas resultaron muertas, heridas y golpeadas. Los comunistas disparaban al aire y sobre la multitud para aterrorizarla. El Ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, padre Rafael D´Escoto pedía al Presidente Duarte que ordenase a las tanquetas militares alejarse del lugar. El Presidente Duarte le respondió que no había tanquetas y que las fuerzas de Seguridad se hallaban acuarteladas, Así fue en realidad. Las FPL, LP-28, ERP, FARN-RN calcularon mal, porque la inteligencia de la Fuerza Armada descubrió el plan que tenían entre manos de culpar al gobierno de tan tremenda tragedia y ordenó al ejército y cuerpos de seguridad que permanecieran en sus cuarteles.”
Más adelante en el informe finaliza Mons. Freddy Delgado de la siguiente manera: “Mons. Romero fue más útil muerto que vivo para los grupos guerrilleros comunistas que lo convirtieron en un mito”.
A casi 40 años de esta tragedia, donde la misma Conferencia Episcopal reconoció desde un principio quienes fueron los verdaderos asesinos de monseñor, le recordamos al Cardenal, al Arzobispo y a todo el clero el Octavo Mandamiento, escrito por Dios en piedra y entregado a Moisés para que todos los conociéramos y los cumpliéramos. Debería la Curia dar el ejemplo y no alimentar falsos testimonios ni mentirle a la humanidad.