EL PARRICIDIO Y LA LOCURA EN UNA NOVELA DE JULIEN GREEN

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1891

César Vásquez, durante la presentación del libro.

Por César Vásquez Becker.-Julien Green fue un escritor homosexual franconorteamericano que escribió toda su obra literaria en el idioma francés, y fue el primer escritor extranjero en ser aceptado como miembro de la Academia Francesa, ocupando el puesto No. 22, que perteneció anteriormente al escritor Francois Mauriac. En una ocasión el Presidente Georges Pompidou le ofreció la nacionalidad francesa, pero Green con mucho respeto la declinó. Aún así, se le sigue considerando como uno de los connotados escritores franceses del Siglo XX. La obra literaria de Green es vasta y abarca la novela, el ensayo, el teatro y el diario. Adrienne Mesurat es una de sus novelas más importantes. Se desarrolla en una pequeña ciudad de provincia en Francia, en una casa en la que viven el padre, viudo, sexagenario, taciturno y autoritario, cuyo único deseo es vivir sus últimos días con sus dos hijas en un ambiente de tranquilidad, paz y armonía. Adriana tiene 18 años y 35 su hermana Germania, muy enferma. La vida de Adriana, entre el ogro del padre y la hermana adulta enfermiza, se convierte en un calvario. Pero un día, a través de una ventana, descubre en una casa vecina, un hombre mayor, de profesión médico. Tiene la sensación de que la ha visto y se enamora perdidamente de él. Comienza a espiarlo y a actuar en forma sospechosa, lo que motiva que el padre y la hermana, a su vez, comiencen a desconfiar de ella, a seguirla y a regañarla por su comportamiento. Adriana llora y se desespera, frente a aquel amor imaginario amenazado, sintiendo cada vez más pequeño el espacio que comparte con el padre incomprensivo, la hermana, y el cementerio, así le decían a un rincón de la sala en donde había una serie de retratos de los miembros de la familia ya fallecidos. Un día, cerca de las gradas, el padre furioso la increpa, y Adriana, fuera de sí, se lanza contra él y lo empuja. Después de la muerte del padre todo se vuelve borroso para Adriana. Una tarde se arregla cuidadosamente y sale. Comienza a caminar por las calles, sin saber a dónde va, con la mirada totalmente extraviada. Completamente enajenada.