Dios Amón en el Antiguo Egipto

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Amón se vincula tradicionalmente con lo oculto, aquello que está en todas partes pero que no se puede ver, solo sentir. De esta concepción se deriva su vinculación con el aire y con el viento que lo envuelven todo. Esta atribución a la figura del dios no permaneció estática a lo largo del desarrollo histórico sino que sufrió importantes variaciones, llegando a ser vinculada esta deidad con el abismo primitivo y el poder creador.

En un principio, cuando su veneración se centraba en la ciudad de Tebas, se le suponía hijo de Maat y Thot así como esposo de Mut y padre de Jonshu, formando con estas dos últimas divinidades la llamada triada tebana en la que se solía concentrar su culto.

Con el paso del tiempo y especialmente durante la XII dinastía su figura fue cobrando cada vez mayor importancia, llegando a desplazar al dios guerrero Montu como patrón de la provincia de Tebas. Su punto culminante llegará tras la derrota de los Hicsos por parte de los príncipes Tebanos, momento en el que será proclamado como dios principal del panteón egipcio, pasando a identificarse con la figura del faraón y  con su poder. Es en este contexto en el que comienza a identificarse con la deidad de la ciudad de Heliópolis, el dios Ra, formándose la demonización de Amón-Ra y otorgándosele el poder creador y generador de todo lo existente, incluidos el resto de dioses.

Es por este carácter dinámico del mito y las atribuciones de Amón por lo que fue cambiando la cosmogonía egipcia, adaptándose a las nuevas concepciones y situando al dios dentro del huevo emplazado en la colina surgida de las aguas primordiales. De este modo se garantizaba su dignidad como deidad más antigua del panteón a partir de la cual surgieron las demás.

El culto a Amón es originario de Tebas pero con el tiempo se popularizo llegando a extenderse por todo el alto y el bajo Egipto.

Es en esta ciudad donde se encuentran sus dos principales santuarios, el de Karnak y el de Luxor, aunque también destacan otros de carácter mas secundario como el de Debod.

Al igual que sucedía con el resto de dioses que componían el panteón egipcio el culto a Amón se realizaba diariamente en todos los templos que le estaban dedicados. Se trataba de satisfacer las necesidades del dios como si este fuera humano para lo que la comunidad sacerdotal lavaba sus figuras, las perfumaba, las proporcionaba alimentos, las sacaba en procesión… En el caso de Amón estos ritos se desarrollaban envueltos en un gran secretismo y en el contexto de la triada tebana, lo que acentuaba el carácter que ya de por si poseían los templos egipcios como casa del dios a la que se vetaba la entrada a la mayoría de fieles. Su comunidad religiosa, encargada del mantenimiento de estos ritos, llego a amasar un enorme poder, actuando en ocasiones de manera independiente y llegando a oponerse a la política religiosa con la que el faraón Ajenaton pretendía imponer el monoteísmo centrado en el culto al disco solar.

A lo largo del año destacaban dos fiestas relacionadas con el culto a Amón, la de Opet y la del Valle. Se trataban de procesiones en las que la figura del dios salia de su santuario para visitar a otros dioses y bendecir sus tierras. En el caso de Opet se trataba del traslado de la figura de Amón desde el templo de Karnak al de Luxor a través de la avenida de esfinges que los unía, durante la fiesta del Valle sucedía más o menos lo mismo pero en este caso la figura de Amón de Karnak se trasladaba al complejo de Deir el-Bahari. Esto se debía a que dependiendo de la zona la figura de Amón podía gozar de un nombre sensiblemente diferente así como de iconografía y atribuciones místicas propias.

El culto a esta divinidad fue muy prolongado en el tiempo con la salvedad de la interrupción que se dio durante el periodo de reinado del faraón Ajenaton. Con la llegada de los Ptolomeos al poder estos respetaron las tradiciones hasta que durante el reinado de Ptolomeo IX la ciudad de Tebas fue saqueada a causa de una revuelta nacionalista y empezó a cobrar mayor importancia el culto a Isis y Osiris, como se puede observar en la evolución del templo de Debod.