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Tulum, ciudad sagrada de los dioses mayas

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Por Carlos Mira – Infobae

Antes de que los templos católicos se levantaran hacia el cielo, antes de que las plazas, las tejas rojas y los carruajes diesen vida a los barrios coloniales, otras culturas poblaron el suelo de América Latina. Y aunque el hombre y el tiempo propagan su acción corrosiva y creadora, los vestigios de importantes imperios pasados aún yacen en pie.

En el extremo sur de la Riviera Maya descansan las únicas construcciones de esta comunidad que fueron levantadas sobre la playa. La majestuosa ciudad antigua de Tulum es una entrada a otros tiempos, a otras historias, a otras vidas.

Estas ruinas ocupan 644 hectáreas y están sobre un acantilado de 12 metros, frente al mar Caribe a 128 kilómetros de Cancún, y se extienden 6 kilómetros a los largo de la costa. Son restos invaluables que aportan su preciada arquitectura al intenso paisaje de selva tropical y aguas claras. Pero la fortuna no está solo en recorrerlas: a su alrededor la naturaleza en su máxima expresión propone un viaje profundo. Los pequeños restaurantes de comida casera son una tentación y los hoteles de lujo o las cabañas rústicas son distintas opciones para vivir una estadía inolvidable bajo un cielo que miles de años atrás supo ser maya.

Las investigaciones sostienen que la ocupación de esta ciudad se dio durante el período Posclásico Tardío (1200-1550 DC) y que alcanzó su auge un siglo antes de la conquista española. En ese entonces sus habitantes la llamaban Zama, que quiere decir “amanecer”. Tal vez su nombre se debe a que desde esa altura puede contemplarse la salida del sol en todas las direcciones del horizonte, aun hoy.

Tulum es el nombre moderno que se le dio cuando ya estaba en ruinas, en el siglo XIX y se refiere a la muralla de roca que rodea tres de sus lados. También se sabe que habría sido una de las principales ciudades mayas de los siglos XIII y XIV. Se la considera un asentamiento ineludible para cualquier ruta comercial y apara la explotación de los ricos recursos marítimos de la costa de Quintana Roo, por lo que se cree que había funcionado políticamente como una ciudad independiente del dominio de otras provincias, hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI, cuando fue definitivamente abandonada.

En la actualidad todavía se conservan pequeños y auténticos asentamientos mayas a pocos kilómetros de distancia, en los cuales los aborígenes mantienen viva su lengua y sus tradiciones

De edificios y dioses

La muralla delimita el conjunto principal de edificios por sus lados Norte, Sur y Oeste; el Este mira directo al mar. Cuenta con cinco accesos y dos torres de control. En el centro se encuentran los edificios principales, incluido El Castillo, el más sobresaliente. Se impone por su tamaño su ubicación y la peculiar fachada de su templo superior: tres accesos ornamentados con columnas serpentinas, una deidad descendiente y dos mascarones con formas de animales en las esquinas. Frente a él hay una plataforma y a los costados otros edificios como el Templo de las Series Iniciales, donde se encontró la fecha documentada más temprana de Tulum.

El Templo del Dios Descendente se ubica al norte y luce el principal elemento iconográfico de la ciudad. Frente a esos edificios se extiende la calzada principal, una calle sobre la que se ubicaron diversas construcciones residenciales como el Templo de los Frescos, la más importante.

La estrella que sale de día

Venus era uno de los cuerpos celestes más importantes que observaban los antiguos astrónomos mayas. Estos lo veían nacer como estrella vespertina y renacer como la “Estrella que sale de día”; por su bóveda celeste, de Oriente a Poniente, de la luz a la oscuridad, del rojo al negro. Al igual que Chichen Itza, Tulum fue una ciudad dedicada a este planeta considerado una deidad dual llamada Kukulkan. Los mayas conocían el ciclo venusino de 584 días a la perfección, y se organizaban en base a él. En todo el recorrido por las ruinas se pueden observar alusiones a este dios, cuya imagen es la de un hombre-pájaro-serpiente.

Meditar en la playa; visitar el parque acuático natural Xal Ha; descubrir el maravilloso mundo de los cenotes, esos pozos naturales de agua fresca y cristalina, algunos dentro de cuevas rodeadas de manglares; tomar una siesta en las hamacas que se cuelgan de las palmeras, frente al mar infinito y de cara a la brisa caribeña. Por la noche, degustar recetas inolvidables a la luz de las velas o divertirse al ritmo de los tambores mexicanos. Todo allí está permitido, por suerte.

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