Caminaba nerviosamente por el pasillo despotricando con el celular pegado a la oreja. Gesticulaba con hastío y bufaba indignada. Cada tanto, le oía decir un nombre, Lucas. Y de vuelta a la trifulca, los bufidos, los gestos de rabia e irritación. Supuse que estaba riñendo con el novio. En ese momento cortó. Me miró con una expresión indescifrable, pero atemorizante, y, por fin, me dijo que estaba hablando con atención al cliente de su compañía de telefonía celular. Sé lo que se siente, pensé, y le pedí que me contara su problema (no hubiera hecho esto, se entiende, si Lucas hubiera sido su novio, cónyuge o equivalente).
Aunque suene raro, el motivo de la acalorada discusión de mi colega con la telefónica no tenía nada que ver con algo que andaba mal en su teléfono. O en la línea. Tenía que ver con algo que anda bien: LTE (o 4G, por su nombre de fantasía).
Tarde, pero en América Latina finalmente se licitaron las frecuencias, y los que tienen un teléfono con capacidad para usar LTE están felices “porque ahora Internet vuela”. El problema -y el motivo detrás de la batalla verbal de mi colega aquí en el diario- es que cuando la conexión es más rápida pasan más datos en el mismo período y entonces los topes de los planes de datos se superan enseguida. De hecho, si te la pasás mirando series en Netflix es posible que alcances tu tope en unos pocos días. Ahí es donde LTE, que venía volando, tendrá un aterrizaje forzoso a 32 Kbps. Es decir, se convertirá en una conexión 375 veces más lenta que el promedio de 4G en CABA y alrededores, que es de 11 a 12 Mbps, según Open Signal.
Las telefónicas están adaptando sus planes para suavizar el impacto de LTE, aumentando los topes, permitiendo llamadas y SMS ilimitados, bonificando servicios como Spotify y cosas por el estilo. Lo que no pueden hacer es cambiar el hecho de que el espectro electromagnético es limitado, porque así lo manda la naturaleza. Hemos ido aprendiendo a sacarle cada vez más jugo al espectro, de formas que son técnicamente complejas pero increíblemente creativas (como la División de Frecuencia Ortogonal/Acceso Múltiple), pero de momento el sistema sigue teniendo un techo operacional muy bajo, en comparación con el cable o la fibra óptica. Para decirlo más simple: siempre podés agregar más cables, pero es imposible agregar más frecuencias.
De modo que los datos celulares no pueden consumirse con la misma liberalidad que la conexión cableada convencional con Internet. Al menos por ahora y hasta que los cerebros que están tratando de exprimir la tecnología celular encuentren una manera de que podamos consumir datos sin mirar el medidor. ¿Alguna vez las conexiones inalámbricas van a reemplazar a las cableadas? Sí, y antes de lo que creemos, pero es muy probable que ambas tecnologías coexistan por un largo tiempo. Las dos tienen ventajas y desventajas; algunas bastante obvias, otras, no. No entraré en ese asunto porque es muy técnico y me desvía de lo principal, pero en la semana hablé con algunos ingenieros en redes celulares y tampoco creen que, en el mediano plazo, podamos usar sólo conexiones celulares para todo.
No, Wi-Fi no es Internet
El hecho de que en casa tengamos un router Wi-Fi o que en la confitería de la esquina haya Wi-Fi para acceder a Internet puede hacernos creer que esas conexiones inalámbricas son iguales que las del celular. Peor todavía, puesto que ahora todos los smartphones vienen con Wi-Fi, es relativamente fácil confundir una cosa con la otra.
Sin embargo, Wi-Fi y los datos celulares (3G y 4G) tienen un sólo punto en común: no necesitan cables. En todo lo demás son completamente diferentes. No sólo desde el punto de vista técnico, que no visitaré aquí, sino como concepto.
Wi-Fi es una tecnología para conectar dispositivos en red de forma inalámbrica hasta una distancia teórica de 90 metros (unos 20 dentro de una casa con paredes gruesas, y todavía menos entre plantas diferentes). El router que tenés en tu casa es en realidad una pequeña computadora; de hecho, la mayoría usa alguna versión de Linux. No tiene ni pantalla ni teclado porque se lo configura mediante un navegador.
La función del router es llamar al proveedor de Internet, autenticarse y, a partir de ahí, permitirle a los dispositivos que tengas en tu casa (la PC, la notebook, el smartphone, la tablet) salir a la Red. En dos palabras, encaminará cada paquete de datos al dispositivo que le corresponda de manera transparente y sin cables.
Pero, además, y sin que esto sea algo evidente, el router Wi-Fi establece una pequeña red local en tu casa. Así, si el proveedor tiene un problema y se corta Internet, vos vas a poder seguir copiando archivos entre dispositivos o mandando un documento a una impresora remota en la otra punta de la casa. El router Wi-Fi no es Internet. Es un aparato que conecta tus equipos en red sin usar cables y, de paso, sirve de pasarela para que esos equipos salgan a Internet.
Por vía aérea
Por su parte, las redes 3G y 4G son tecnologías basadas en celdas y antenas para transmitir paquetes de datos. Es decir, lo mismo que se hace mediante el tendido telefónico y el videocable en la Internet tradicional. El plan de datos celulares no crea una red local en tu casa, de la misma forma que el router Wi-Fi no te va a conectar a Internet si a tu domicilio no llega ningún cable (de teléfono con ADSL o de cablemódem) o si el proveedor tiene un problema de conectividad.
Es más, y quizás así funcionen en el mediano plazo casi todas nuestras conexiones hogareñas con la Red: se puede usar el smartphone para conectar tu notebook con Internet usando el plan de datos celulares. Es una ayuda cuando se corta la luz o cuando se cae la conexión convencional con Internet. ¡Con LTE hasta podrías tener más velocidad que con el ADSL! Pero cuidado, porque, de nuevo, los planes de datos tienen topes, y con LTE se los alcanza muy pronto.
En resumen, tu teléfono tiene dos (y sólo dos) mecanismos para acceder a Facebook, Twitter, Instagram, la Web, WhatsApp y todo lo demás. Una, por el plan de datos celulares (3G o 4G). No necesitás nada más, por eso podés usarlo en la calle y sin ningún Wi-Fi cerca. Depende, claro, de que haya cobertura. La otra es por medio de Wi-Fi, usando tu conexión con Internet o los Wi-Fi abiertos que encuentres por ahí.
Aparte de que 3G/4G y Wi-Fi son conceptos distintos, hay también una diferencia clave entre uno y otro: el precio. Si tenés tu propia conexión con Internet y un router Wi-Fi, podés usar el teléfono o la tablet para ver ocho películas seguidas en Netflix y vas a pagar lo mismo. Viceversa, cuando usás datos celulares la compañía de teléfono te pone un tope (digamos 1 gigabyte por mes). Cuando alcanzás ese límite pueden ocurrir un número de cosas, dependiendo del plan que tengas contratado, pero básicamente el ancho de banda va a desplomarse a escasos 32 kilobits por segundo y te llegará un SMS ofreciéndote otros 100, 500 o 1000 megabytes (que vas a tener que pagar, por supuesto). En ciertos casos, te añaden otros 50 MB (que es muy poco con 4G, como ya estarás sospechando) de forma automática, pero con la opción de rechazarlos.
¿Cuándo mucho es demasiado?
Ahora, ¿es mucho o poco 1 gigabyte de datos por mes? Esa es la cuestión. Depende de cuál sea tu ancho de banda y tu tipo de uso. Con 3G, cuya velocidad es de unos 3 megabits por segundo, el consumo de datos por mes está entre 500 y 700 megabytes. Y eso cuando no tenés tiempo de mirar videos y no oigo Spotify ni radio con el teléfono. Cuando pase a un teléfono con LTE, esos valores necesariamente van a crecer.
¿Cuánto? Me dice la gente de Personal que, en promedio, el consumo de datos con 4G es 3,6 veces mayor que con 3G, en el orden de 1,8 gigabytes por mes.
En mi caso, el peor escenario arroja una cifra de cerca de 2,5 GB por mes.
En total, hay dos soluciones para no quedarse sin datos a mediados del mes. O antes. Pagar más o administrar el plan de una forma diferente.
Hablan todo el tiempo
¿Cuándo consume datos celulares tu teléfono? No hay mucha ciencia aquí: todo el tiempo en que no esté conectado a Wi-Fi.
Si hay Wi-Fi con Internet, el sistema operativo le dará prioridad. No desactivará el hardware de datos (aunque eso puede hacerse automáticamente), pero preferirá el Wi-Fi (adiviná por qué).
Si no hay un Wi-Fi al que pueda conectarse, el teléfono usará el plan de datos para casi todo lo que los teléfonos hacen hoy. Recibirá notificaciones de mails, de Facebook, de Twitter, mensajes y fotos de WhatsApp y Skype, etcétera. Además, consumirá datos cuando navegues por la Web, veas videos en YouTube o Netflix, consultes Wikipedia, oigas Spotify, descargues libros o, por supuesto, cuando establezcas videoconferencia. Al subir todas esas selfies a Instagram también estás consumiendo datos. Lo diré simple: tu smartphone está usando Internet 24 horas por día. Todos los días del año.
Lo único que no consume datos son los SMS y las llamadas de voz normales; las de Skype o WhatsApp sí usan la red de 3G o la de 4G.
El consumo de datos cuando el teléfono está sobre la mesa sin hacer nada (eso se llama datos en segundo plano) puede ser relativamente bajo o bastante alto (y cuando el tope está en 1 GB por mes todo suma). Por ejemplo, la app que más datos consume, en mi caso, es Instagram, y el 20% son datos en segundo plano. Eso es mucho.
¿OK, y entonces?
Si sos un usuario muy intensivo de datos, tenés LTE y presupuesto suficiente, las compañías ofrecen ahora techos mucho más altos. Como saben, comprender los planes de las compañías de telefonía celular requiere un entrenamiento especial -creo que se dicta en la NASA y el posgrado se hace en la Estación Espacial Internacional-, pero podríamos decir que los techos más altos están hoy en 10 GB (por 450 a 650 pesos por mes) y el piso en 1 GB (por menos de 200 pesos); en ambos casos, para los planes con factura. Insisto, esto varía según las compañías y hay muchos pequeños beneficios y bonificaciones. La cosa es elegir el plan adecuado y para eso es necesario saber lo que estás haciendo, en términos de consumo de datos (más sobre esto enseguida).
Ahora, si sos un usuario intensivo, tenés LTE, pero necesitás invertir el dinero en otras cosas, hay que echarle un lazo a ciertas apps y estar al tanto al consumo. Hay docenas de apps que sirven para esto último (My Data Manager, 3G Watchdog, etcétera), pero desde Android 4.0 (Ice Cream Sandwich) la mayor parte de lo que vas a necesitar para controlar tu uso de datos móviles ya viene con el sistema operativo. Lo mismo pasa con el iPhone, desde Ajustes> Datos móviles.
En Android hay que ir a Ajustes del sistema> Uso de datos y allí vas a encontrar una casilla de verificación para activar o desactivar los datos móviles, otra para lanzar un alerta cuando llegás al tope de tu plan, el período medido actualmente y la cantidad de megabytes consumidos, una gráfica del consumo y luego la lista de aplicaciones que más han usado el plan de datos. Tocando cada una verás cuánto usó en primer plano y en segundo (de fondo, en la jerga de Android), y una casilla para desactivar el uso de datos de fondo. Si el porcentaje de datos en segundo plano es alto, tiene sentido activar esa casilla. Al hacerlo recibirás una advertencia (obvia, por otro lado), pero no es el fin del mundo. Significa que no vas a recibir notificaciones de ciertas apps. Con WhatsApp, por ejemplo, no es una buena idea. O con el correo. Con Instagram, salvo que lo uses para trabajar, no es grave.
Tocando el icono de menú tenés además las opciones Restringir datos de fondo y una casilla para activar/desactivar la sincronización automática de datos.
Peliculón
Sin embargo, lo que realmente va a mover el fiel de la balanza en el consumo de datos es el streaming de video y audio, lo que incluye ver películas en Netflix y YouTube (o cualquier otro servicio de ese tipo, incluidos los programas de TV que salen por Internet). Streaming de audio es cuando oís Spotify o la radio. Al hacer videoconferencia (Skype, típicamente) hacés doble streaming de audio y video, porque no sólo recibís, sino que también enviás datos.
Tradicionalmente, el audio y el video han sido los grandes cucos del ancho de banda.
De ahí que existan los MP3, por ejemplo, cuya única virtud es que reducen el tamaño de los archivos de audio. Lo mismo ocurre con los códecs de video. Pero aún con esas tecnologías, si el techo de tu plan está entre 1 y 2 GB por mes, mi mejor consejo es que las llamadas de WhatsApp, las de Skype, las películas, recitales, canciones y series sigan siendo, en general, un plato que se sirve con Wi-Fi.
Por último, algo que noté estos últimos días. Facebook ahora muestra miles de millones de videos que arrancan de forma automática. Eso es mucho tráfico de datos. Y lo hace incluso cuando te conectás con la app del smartphone. La buena noticia, según comprobé cuando estaba escribiendo esta columna, es que cuando Facebook detecta que no estás usando Wi-Fi (o sea que, indefectiblemente, estás consumiendo datos de tu plan celular), la catarata de videos desaparece.