La palabra resuena en memoriosos, en historiadores y en aquellos mayores de 60 años. Y en la familia Kennedy, también, pero como un mantra. O como una maldición. “Chappaquiddick”. Es una pequeña isla en Massachusetts que cobró fama -triste y trágica- en julio de 1969, cuando una nueva muerte impactaba al clan político con mayor proyección y carisma de los Estados Unidos.
Un conjunto de nubes de teorías conspirativas cubrieron por entonces el hecho. Y aún hoy continúan sin disiparse del todo.
El 18 de julio de 1969, un grupo de seis mujeres y seis hombres compartían una comida al aire libre en ese islote. El alcohol era abundante. El ron, el vodka y el whisky eran demasiado para los pocos steaks que habían puesto sobre el fuego. Lo importante era divertirse, y la comida era una excusa.
Entre los divertidos comensales estaba Ted Kennedy (por aquellos días de 37 años), uno de los hermanos de JFK, ex presidente norteamericano que había sido asesinado en noviembre de 1963. Ted era la nueva esperanza familiar tras el crimen de otra estrella de la política: Bob Kennedy. El hombre de Massachusetts había ganado las elecciones a senador por amplísimo margen y se perfilaba como posible nuevo presidente por el Partido Demócrata en el todavía lejano 1972.
Pero Chappaquiddick lo acompañaría para siempre. Hasta sus días finales no lo dejaría escapar.
El incidente eterno
Ese día veraniego de 1969, luego de haber regado con excesivo alcohol el encuentro, Mary Jo Kopechne subió al automóvil de Ted Kennedy. Estaban solos. Y el senador, al volante. Ella era una joven católica de Nueva Jersey que había trabajado para la campaña presidencial de Bob, un año antes, escribiéndole algunos de sus discursos. Era una estudiosa de la Guerra de Vietnam y de los derechos civiles. Conocía a la familia desde hacía tiempo y se había ganado respeto por su formación académica y profesional.
La última charla entre Kopechne y su madre, Gwen, fue totalmente normal y quedó registrada en la historia. “Querida, ten cuidado con el agua”, le dijo la mujer al saber que su hija iría a esa isla. “Madre, tú me conoces. Solo me gusta tomar sol”.
Pero al subirse al automóvil de Ted -un Oldsmobile negro- la historia de la joven e intelectual mujer atravesaría la meta final. Deprimido por la muerte de su hermano Bob y con mucho alcohol en su organismo, el reciente senador decidió regresar al hotel en el que se alojaba y abandonar la comida. La colaboradora de campaña decidió acompañarlo.
La tragedia -una más en la familia- estaba a minutos de ocurrir: el vehículo que conducía la promesa demócrata se despistó en un puente, el vehículo voló hacia el agua, se hundió y Kopechne quedó atrapada, lo que le provocó la muerte. Ted logró salir del automóvil, pero ella no. La sospecha comenzó a rodearlo: no había ayudado a la mujer a salir del vehículo y en cambio había escapado.
Diez horas después del accidente mortal reportó el hecho. ¿Por qué tardó tanto? El cuerpo de Mary Jo fue hallado sin vida la mañana siguiente. Su posición sugirió a los forenses que había estado con vida aún después del terrible impacto y que había intentado escapar. Murió ahogada. “Querida, ten cuidado con el agua”, habrá resonado en su cabeza antes de inhalar el último sorbo de aire.
Una de las mujeres que participó de la juerga intentó defender a Ted: “Ciertamente parecía sobrio”, dijo Susan Tannenbaum durante el juicio al senador. El resto de las presentes aquella infame jornada también ensayaron una defensa del senador.
Quienes participaron de la barbacoa eran todos idealistas que estaban rodeando a Ted luego de que Bob fuera asesinado durante la campaña presidencial el año anterior. Él era ahora su nueva esperanza y querían cuidarlo. Creían que debían cuidarlo. Pero el precio que pagaron fue demasiado caro. Las mujeres quedaron catalogadas por la opinión pública como “fiesteras” de forma peyorativa, lo que provocó que les costara conseguir trabajo.
Pero los interrogantes eran demasiado para cubrir al senador. ¿Por qué Ted Kennedy giró bruscamente a la derecha en ese puente? ¿Por qué no fue hacia el lugar donde debía estar el ferry que los transportaría de nuevo al continente? ¿Cómo hizo para salir nadando del Oldsmobile? ¿Por qué Mary Joe no pudo escapar? ¿La ayudó? ¿Huyó? ¿Por qué conducía tan rápido? ¿Por qué demoró diez horas en denunciar el accidente?
Mary Jo Kopechne en una fotografía cuya fecha se desconoce.
Una nueva película que lleva el nombre de la isla escrita por Taylor Allen y Andrew Logan volvió a colocar el caso que conmovió a todo un país. Intentaron hablar con las demás mujeres y hombres que habían sido testigos de ese fatal día, pero sin suerte.
En el guión incluían escenas de sexo entre el ex senador muerto en agosto de 2009 y la malograda intelectual demócrata. Sin embargo, la versión sobre el fogoso amorío nunca fue confirmada y finalmente no fue incluida en el film. Por aquella época, Ted estaba casado con Joan Kennedy. Aunque los guionistas sí sugieren que había una “conexión emocional” entre ambos, según reproduce The Washington Post.
Como consecuencia del incidente, Ted fue condenado por abandono de persona y por dejar el lugar del accidente. Fueron dos meses de prisión en suspenso. Para algunos, demasiado poco. Pero el senador sabría que ello, “Chappaquiddick”, cambiaría su vida y proyección para siempre.
“La expiación es un proceso que nunca termina”. La frase, cruda y resignada, fue escrita poco antes de morir en 2009 en las memorias de quien a pesar de todo fue elegido senador siete veces consecutivas. El hombre fuerte de Massachusetts que supo siempre que nunca podría llegar a la Casa Blanca. Y la génesis de ese inapelable destino nació en esa recóndita -y maldita- isla. Esa que lleva el nombre maldito de Chappaquiddick, la palabra que terminó de sepultar al clan Kennedy como protagonista de la vida política de los Estados Unidos.