El país va en barrena por la pasmosa irresponsabilidad del gobierno. Los enormes aumentos en los gastos gubernamentales desde que el FMLN tomó el poder no han resultado en ninguna mejoría en el volumen o la calidad de los servicios públicos.
Al contrario, estos servicios están cada vez peores. Cada vez son más frecuentes las noticias de faltas de medicinas en los hospitales, de intervenciones quirúrgicas que no se pueden realizar porque las salas de operaciones no tienen aire acondicionado, o no tienen materiales, o no tienen energía. Los estudiantes del sistema público de educación aplazan los exámenes de la PAES. El SITRAMSS es un fracaso, no sólo por su mala implementación sino fundamentalmente porque su concepción es absurda: cortar el tráfico de norte a sur y congestionar el de oriente a poniente para que pasen sólo unos cuantos buses. El aeropuerto ya no puede con la carga de pasajeros. Las esperas en las aduanas terrestres son cada vez más largas. La seguridad está cada vez peor. El país, que en una época fuera la envidia de Centro América, está ahora en la última posición en casi todo, excepto en términos de criminalidad.
En medio de todo esto, la economía no crece y hay gran desempleo como consecuencia de la actitud negativa del mismo gobierno contra la inversión, manifiesta en la manera en la que tratan al sector privado, en las amenazas de querer capturar el poder total para llevar adelante una revolución y en la creciente burocracia que dificulta toda actividad económica.
Al mismo tiempo, el gobierno está endeudando cada vez más al país, ignorando las advertencias de todos los testigos de que lo que está haciendo solo puede terminar en una seria crisis. Pero nada parece importarle menos a los que manejan el país que esta certeza de ir caminando hacia el abismo. Es como si quisieran causar estos problemas, ya que hacen todo para que se den en la realidad.
Todavía más preocupante es la actitud de liviandad con la que el gobierno y el FMLN toman las leyes electorales y la constitución del país al pretender negarles a decenas de miles de salvadoreños el derecho de elegir a sus representantes.
El pueblo está sufriendo por esa total falta de responsabilidad, y sufrirá todavía más en el futuro.
Hay una cosa en la que el gobierno y el FMLN son buenos: el manejo de la propaganda y las comunicaciones, que se han orientado a oscurecer la conexión entre causa y efecto de lo que pasa en el país, la incompetencia del gobierno siendo la causa y los problemas crecientes el efecto. Las comunicaciones de ellos se han centrado en convencer a la población de varios mitos que se han inventado, entre los cuales están los siguientes:
Primero, que la economía no crece y de que el sector privado protesta porque, según ellos, el país está haciendo grandes avances en políticas sociales. Esta es una mentira enorme, ya que todos los indicadores sociales están cayendo, exceptuando la pobreza, que está aumentando.
Segundo, que los problemas no existen, que son inventos de los medios de comunicación.
Tercero, cuando sienten que nadie les cree que las cosas están bien, que todo ha estado siempre así de mal, por lo que no les pueden echar la culpa del desastre.
Cuarto, que si no pueden hacer nada, es porque la oposición no los deja, cuando en realidad son el gobierno que más poder ha tenido en la historia del país. Han derrochado el dinero de la población y han tenido siempre los votos para aprobar préstamos y subir impuestos.
Es una tarea cívica impostergable el no dejar que sigan engañando al pueblo con estas y otras mentiras. Las elecciones pueden haber terminado (o casi terminado) pero no la necesidad de mostrarle al pueblo la relación entre la causa de los problemas y los problemas mismos. Si no, llegaremos a las elecciones del 2018 y todavía la gente creerá que la luna es queso.
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