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ARENA y FMLN: el suicidio político de sus cúpulas

  • Publishednoviembre 14, 2025

Por Luis Vazquez-BeckerS

Por más que algunos tanques de pensamiento afines al oficialismo —como el Círculo de Reflexión Política Siglo XXI— pretendan adjudicar la decadencia de ARENA y el FMLN a una supuesta “superioridad moral” del régimen actual, la verdad es más cruda y menos conveniente para todos: la culpa de su colapso es enteramente suya. No se trata de una conspiración ni de una persecución. Se trata de una dirigencia que se negó a renovarse, a rendir cuentas y a escuchar a su base.

Durante décadas, ARENA y el FMLN se alternaron el poder con discursos antagónicos pero prácticas similares: clientelismo, opacidad, pactos bajo la mesa y una desconexión creciente con la ciudadanía. Cuando finalmente fueron desplazados por una nueva fuerza política, en lugar de hacer autocrítica, se atrincheraron en sus estructuras caducas, repitiendo fórmulas que ya nadie cree.

En ambos partidos, las cúpulas se han convertido en castillos de lealtades internas, donde el mérito político se mide por obediencia, no por visión. Los liderazgos emergentes son bloqueados o cooptados, y las decisiones estratégicas siguen en manos de quienes perdieron toda credibilidad ante el electorado.

  • En ARENA, la dirigencia sigue atrapada en una supuesta lógica empresarial de los años 90, que ni los empresarios ni la población les cree, sin comprender que el país cambió. Su discurso anticorrupción carece de fuerza cuando no han depurado sus propias filas.
  • En el FMLN, la narrativa revolucionaria se volvió un cascarón vacío, incapaz de conectar con los jóvenes o con los sectores populares que alguna vez representaron.

Ambos partidos han confundido “resistencia” con “repetición”. Y en política, la nostalgia no gana votos.

¿Hay relevo para 2027?

La pregunta no es si ARENA y el FMLN desaparecerán —eso ya está en marcha—, sino quién ocupará el vacío que dejan. El oficialismo ha consolidado un dominio casi absoluto, pero la democracia necesita contrapesos reales, no solo partidos testimoniales.

Algunas alternativas comienzan a asomar:

  • Vamos y Nuestro Tiempo han logrado posicionarse como una voz crítica con propuestas modernas, pero su alcance territorial es limitado, además no ha logrado conseguir financiamiento alguno de relevancia.
  • Liderazgos municipales e independientes podrían articularse en plataformas más amplias si logran superar el caudillismo y la fragmentación. El mayor ejemplo sería Milagro Navas, alcaldesa de La Libertad Este, la que controla desde su feudo de Antiguo Cuscatlán.
  • La sociedad civil organizada, especialmente en temas ambientales, feministas y de transparencia, podría ser semilla de nuevas expresiones políticas si se traduce en acción electoral.

Pero para que haya relevo, debe haber también valentía para romper con los moldes tradicionales. No basta con ser “no oficialista”; hay que ser creíble, coherente y capaz de construir esperanza.

Mientras ARENA y el FMLN sigan secuestrados por sus cúpulas, no serán oposición ni alternativa, sino estorbo. Y si desaparecen, no será por persecución, sino por suicidio político. La historia no los absolverá.

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Redacción DL

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