Por Ruchir Sharma .( Reportaje especial del New York Times para el periódico Clarín de Argentina) -Recurriendo a una excusa común a hombres fuertes asediados, el presidente Recep Tayyip Erdogan de Turquía culpa a traidores y a poderes foráneos por la crisis financiera de su país y considera al sólido dólar estadounidense entre “los proyectiles, las balas de cañón y los misiles” que utilizan los extranjeros para llevar a cabo la “guerra económica” contra su nación.
Muchos países emergentes se vuelven vulnerables a crisis financieras al gastar más de lo que pueden y depender de entidades de crédito externas para solventar esos hábitos de despilfarro, pero Turquía ha sido un caso extremo aún antes de que Erdogan tomara el poder en 2002. Últimamente, la política económica temeraria de Erdogan —que implican tasas con niveles artificialmente bajos y elevar las deudas, los déficits y la inflación— empeoró las cosas. Los problemas de Turquía son de origen local y la guerra económica contra esa nación es fruto de la imaginación conspirativa de Erdogan.
Como muchas crisis cambiarias del mundo emergente anteriores, ésta se produce en momentos en que la Reserva Federal de EE.UU. sube las tasas, presionando así al dólar hacia arriba. Al fortalecerse el dólar, los países en desarrollo como Turquía tienen mayores dificultades para pagar sus deudas dolarizadas y con el tiempo los inversores empiezan a escapar.
La pregunta es ahora si Turquía puede disparar una crisis global más vasta, como lo hizo en 1997 la caída del baht tailandés. La respuesta no está clara. La caída de la lira turca tuvo un efecto negativo sobre otras monedas de mercados emergentes. Pero hay rondando una cuestión aún mayor: el dólar fuerte que debilita la economía de Turquía puede estar socavando la segunda economía del mundo: China.
China es vulnerable al dólar fuerte por diferentes razones. En un nivel, China depende mucho menos de las importaciones que Turquía, que tiene que comprar virtualmente todas sus materias primas, incluido el petróleo, en el extranjero. A diferencia de Turquía, China no posee un déficit comercial crónico ni tiene que endeudarse pesadamente en dólares para financiar sus compras externas.
Luego de la crisis financiera global de 2008, sin embargo, Pekín trató de mantener activa su economía ordenando que los bancos estatales ofrecieran nuevos préstamos. Más de la mitad del aumento en la deuda global de la década pasada se generó en forma de créditos internos dentro de China. Hay mucho más dinero ahora circulando en China que en Estados Unidos.
Además, China también afronta un serio riesgo de fuga de capitales. La última tanda empezó en 2015, en medio de indicios tempranos de que la Reserva Federal iba a empezar a aumentar más las tasas de interés.
Este año, las medidas de la Fed han fortalecido más el dólar, mientras que las políticas de dinero fácil de Pekín han debilitado más el renminbi, aumentando el incentivo de que los inversores chinos se desprendan de la moneda china en favor del dólar. En este momento los chinos pueden obtener las mismas tasas de interés en Estados Unidos con un riesgo mucho menor, de modo que la motivación para la fuga es alta.
Pekín también podría disminuir el atractivo del dólar fuerte intentando subir el valor de su propia moneda. Pero eso supondría restringir las existencias de renminbi, lo cual probablemente descarrilaría la economía en momentos en que el crecimiento de China ya está decreciendo debido al lastre de una deuda excesiva.
China también ha tratado de desafiar la hegemonía del dólar extendiendo ampliamente la popularidad del renminbi, pero ése es un proyecto a largo plazo, hasta el momento infructuoso. A pesar de que la participación de Estados Unidos en la economía global bajó al 23% desde el pico de 32% alcanzado en 2001, el dólar todavía es por lejos la moneda preferida para todo, desde créditos hasta pagos de exportaciones e importaciones.
En tanto se desarrolla la crisis, es probable que la atención salte de la amenaza global relativamente chica que plantea Turquía a la mucho mayor planteada por China, y de las guerras de aranceles del presidente Trump a las guerras de divisas. Si bien la administración Trump ha acusado a China de debilitar su moneda para que sus exportaciones sean más competitivas, en días recientes China ha pasado a tratar de evitar que el renminbi —ya un 7% por debajo del dólar durante los últimos dos meses— se debilite más.
De modo que China está en una situación difícil. El fortalecimiento del dólar amenaza con provocar más fuga de capitales de China, pero cualquier esfuerzo de sostener el renminbi como respuesta puede desacelerar todavía más la economía china. Durante años Pekín reaccionó ante las señales de debilidad en la economía imprimiendo más renminbi, lo cual daba resultado cuando Estados Unidos también ponía en práctica una política monetaria muy flexible. Ahora que Estados Unidos levanta las tasas de interés, bajar las tasas en China solo dará más motivos para que los inversores chinos dejen el país.
El destino de la economía mundial depende de cómo negocie China este dilema. Su economía de US$14 billones es más de 15 veces mayor que la de Turquía, y representa alrededor del 16% de la economía global. Es fundamental y es probable que China decida qué dirección tome la crisis. ♦ *Ruchir Sharma es director de mercados emergentes y estratega global en jefe de Morgan Stanley Investment Management.
Traducción: Román García Azcárate