El líder rebelde consiguió finalmente reunir un ejército de setenta mil esclavos, con los que arrasó Campania y pasó a cuchillo a todos los romanos que se encontraron por el camino.

El camino hacia la libertad

Fue entonces cuando, en el año 72 a.C.,  los cónsules Gneo Cornelio Léntulo y Lucio Gelio Publícola fueron enviados por el senado romano junto a veinte mil hombres del ejército profesional para poner fin a la rebelión. Pero las tropas esclavas de galos y germanos dirigidas por Crixo no se rindieron. Querían llegar a la mismísima ciudad de Roma y no tomar la decisión de huir al norte junto a los esclavos que sí querían hacerlo con Espartaco. Pero a pesar de su valentía, los esclavos acabaron derrotados cerca del Monte Gargano por las legiones de Publícola.

 

El propio Crixo yació en combate. Léntulo había decidido perseguir a Espartaco en su huida, de manera que Publícol les cortaba la retirada. La decisión de Espartaco fue atacar a ambos cónsules por separado, para evitar que ambas fuerzas les atacasen desde los dos frentes. Espartaco venció y continuó su marcha hacia el norte. Durante el trayecto venció a los diez mil legionarios de Craso Longino en las afueras de Mutina.

El camino hacia la libertad estaba a poco tiempo de cumplirse, pero una decisión de última hora provocó un giro inesperado. Espartaco, probablemente extasiado por las victorias, decidió prestar atención a las súplicas de sus hombres de ir hacia Roma.

Marco Licinio Craso

El senado romano, atemorizado, otorgó la voluntad de acción a Marco Licinio Craso, que contaría con diez legiones para enfrentarse al contingente rebelde. El primer contacto con Espartaco se produjo en la región del Piceno, donde sus hombres fueron derrotados y abandonaron la batalla. Pero Craso era un hombre férreo, y decidió aplicarles el castigo de la decimatrio con el fin de disciplinar a los cobardes.

Craso pagó a los piratas cilicios, en ese momento aliados del líder rebelde, con el fin de evitar que llegasen esclavos sicilianos a apoyar a Espartaco. También ordenó construir un foso junto a una empalizada para sitiar a los esclavos, que estaban asentados cerca del estrecho de Mesina.  Pero su estrategia no salió como quiso y los hombres de Espartaco consiguieron eludir el paso para ir hacia Lucania.

El fin de la rebelión

Roma contaba ahora con las legiones veteranas de Pompeyo, debido a que la guerra en Hispania había terminado. Y también coincidió con la llegada de las tropas del procónsul de Macedonia a través del mediterráneo.

Además, unos treinta mil hombres decidieron seguir a Gannicus para enfrentarse al poder romano, una decisión que les debilitó, porque fragmentó la unidad rebelde y sufrieron la derrota cerca del Monte Soprano.

Finalmente, en el río Silaro, se puso fin a la III Guerra Servil (71 a.C). La superioridad numérica y estratégica de las legiones aniquilaron a los rebeldes. El propio Espartaco murió en combate. Los que no consiguieron escapar fueron crucificados, con el fin de demostrar a los esclavos el precio por desafiar a Roma.