Primer dilema
Acaba de iniciarse el siglo XX y la experimentación con animales es habitual. Ya en la Antigua Grecia, los médicos diseccionaban cuerpos de animales ante el tabú de abrir cadáveres humanos. Hace 2.500 años, el filósofo Alcmeón de Crotona extirpó el globo ocular de un animal y observó el nervio óptico, que se dirigía desde el ojo al interior del cráneo. Fue el primero en dictaminar que el cerebro era la sede de la conciencia. Recién nacido el siglo XX, ¿crees que sigue siendo necesaria la experimentación con animales? ¿Serías capaz de hurgar en el ojo de un conejo?
Segundo dilema
En el año 1656, el célebre arquitecto inglés Christopher Wren, autor de la catedral de San Pablo en Londres, escribió una carta a un amigo: “El experimento más considerable que he hecho últimamente es este: le he inyectado grandes cantidades de vino y cerveza en la sangre a un perro vivo a través de una vena, hasta que se emborrachó por completo […]. Vomitó hasta morir”. Hoy el experimento de Wren parece salvaje, pero de alguna manera fue un éxito. La intoxicación demostró que la primera inyección intravenosa había funcionado. A principios del siglo XX, la comunidad científica intenta lograr transfusiones de perro a perro, pese a que la sangre coagula y los experimentos fracasan. ¿Apoyarías esta línea de investigación?
Tercer dilema
Avanza el siglo XX y en la URSS despunta un joven biólogo, Vladímir Démijov. En 1937, con solo 21 años, ha diseñado una máquina capaz de sustituir a un corazón. Durante más de cinco horas, su aparato mantiene con vida a un perro al que previamente había extirpado el órgano cardíaco. Para algunos, Démijov es una especie de Frankenstein de los perros. En su libro Trasplante experimental de órganos vitales, describe una cirugía en la que cose un corazón a las ingles de un perro para comprobar si sigue latiendo. El ruso llega a crear un perro con dos cabezas y animales con dos corazones, a base de suturas. ¿Permitirías estos experimentos?
Cuarto dilema
Las pioneras investigaciones con animales han permitido grandes avances científicos, pero te encuentras con otra barrera ética: la experimentación con primates no humanos. ¿Seguirías adelante?
Quinto dilema
Es 1962, el año del éxito del Love me do de The Beatles. La ciencia avanza. La comunidad científica se plantea obtener animales genéticamente idénticos, a través de un procedimiento llamado clonación. ¿Te atreverías?
Sexto dilema
La humanidad lleva miles de años modificando los genes de otros seres vivos, mediante la selección artificial. Así, seleccionando animales con los rasgos más deseados y cruzándolos entre ellos, se pasó del lobo al perro chihuahua. A finales del siglo XX, la tecnología permite modificar los genes de los cultivos alimentarios para obtener variedades más productivas o resistentes a herbicidas. ¿Lo harías?
Séptimo dilema
En 2003, el equipo del microbiólogo español Francis Mojica descubrió un sistema de inmunidad hereditario presente en el ADN de muchas bacterias. Los microbios recogen información de sus atacantes —virus, por ejemplo— y la almacenan en su propio ADN, como si fueran fotografías de criminales en una comisaría. Si aparece un virus enemigo, las bacterias reconocen el material genético del agresor y envían unas tijeras moleculares para hacerlo cachos. En 2012, la historia del mundo dio un vuelco, sin exagerar. La bioquímica francesa Emmanuelle Charpentier y la química estadounidense Jennifer Doudna demostraron que el mecanismo, bautizado CRISPR, se puede utilizar como una herramienta universal para editar cualquier genoma, también el humano, como si fuera un procesador de textos. Las posibilidades son casi inimaginables. ¿Darías luz verde?
Sí, lo haría