El pronóstico es lapidario: los hombres y mujeres que viven en países desarrollados dejarán de tener sexo para procrear en las próximas décadas.
Así lo asegura el profesor Nery Greely, director del Centro de Derecho y Biociencias de la Universidad de Stanford en el libro que acaba de publicar The end of sex and the future of human reproduction (El final del sexo y el futuro de la reproducción humana).
De acuerdo a Greely, no falta mucho para que todos los niños sean concebidos en un laboratorio. “En 20 o 40 años, cuando una pareja desee tener un bebé, él proveerá el esperma y ella una muestra de su piel”, explicó al diario británico The Times.
La piel de la madre servirá para producir células madre, que a su vez se utilizarán para crear óvulos que podrán ser fertilizados con el esperma y producir una serie de embriones, según detalló el profesor de Stanford. Los embriones serán analizados para comprobar si tienen algún tipo de enfermedad. “Entonces les dirán a los padres: estos cinco de acá tienen enfermedades graves, no los utilicen. Y les dirán los pros y contras de los otros 95 embriones, para que hagan su elección”.
Los embriones serán clasificados en cuatro categorías, describió Greely: la primera definirá a “los que padecen enfermedades severas o intratables, probablemente el uno o dos por ciento”; la segunda, los que padecen otros trastornos”; la tercera es “cosmética; el color de pelo, ojos, la forma, si le saldrán canas rápidamente… aún no sabemos mucho de esto, pero lo sabremos pronto”; la cuarta, tiene que ver con el comportamiento, pero tendrá información limitada: “no podremos saber si el niño estará en el 1 por ciento de los más inteligentes pero podremos estimar si tiene un 60 por ciento de posibilidades de estar en la mitad más alta de la tabla”.
Recién entonces, el elegido será implantando en la mujer para que lleve adelante el embarazo.
El profesor estima que los costos de este tipo de fertilización se irán reduciendo drásticamente y para los seguros de salud será más conveniente afrontarlos porque bajará el costo de tratamiento de enfermedades. Para Greely, se llegará al punto que habrá una suerte de estigma social sobre aquellos que decidan tener un hijo naturalmente, pudiendo prevenir cualquier enfermedad con el proceso asistido. A los padres que quieran reproducirse sexualmente se los verá como “irresponsables”, pronostica el especialista.