Coyuntura jurídica versus coyuntura política

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Por Mauricio Eduardo Colorado.-

Cuando inicié mis estudios para  abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador en el año de 1965, tenía la impresión de que el mundo debía regirse por las leyes, y dentro de ellas la Constitución Política tomaba un primordial valor por ser la norma jurídica máxima que decretaba la forma de vida de las diversas sociedades que formaban las naciones.

Con el tiempo y con las diferentes etapas de la vida, fui aprendiendo que además de las leyes, habían elementos naturales que también influenciaban en el desarrollo de la existencia de la sociedad, y que, independiente de lo que dictaran las leyes, los sucesos tenían que respetarse ante la fuerza de la realidad. Desde entonces, aprendí que la ley, siendo “la voluntad soberana del pueblo” tenía sus limitantes, y no podía resolverse por la ley o por decretos, la infinidad de problemas que son producto de esa misma realidad de la vida. De esa forma aprendimos que aunque se diera una ley prohibiendo los crímenes, estos se producían inexorablemente, y que tampoco podían darse decretos para eliminar la pobreza, o para obtener la riqueza.

Tuve la dicha de comenzar mis estudios a la temprana edad de dieciocho años, y de que muchos de mis compañeros eran personas mayores  con familia y con trabajo, pero con el enorme deseo de aprender, y de esforzarse por coronar su carrera y dar más de sí, a nuestro querido país. Aprendí mucho de ellos.

De esa época, recuerdo los golpes de estado, para derrocar a Lemus, y a los tres meses, otro golpe para derrocar a la junta que lo sustituyó, por un nuevo gobierno que se conoció por el nombre de Directorio Cívico Militar. Tiempo después, fue derrocado el General Romero, y sucedido por una Junta Revolucionaria de Gobierno que se restructuró tres veces, hasta que tomo el poder Napoleón Duarte y se logró establecer una relativa “calma política” aunque fue el período en que se inició la guerra civil, que terminó con los acuerdos de paz suscritos en Chapultepec.

Tales acuerdos, pese a que no son ley de la República ni han sido publicados en el Diario Oficial, fueron respetados y dieron ejemplo al Mundo de cómo se terminó una guerra sin vencedores ni vencidos. Ese hecho es el evento histórico que demuestra que la ley, -ese elemento jurídico tan importante en la vida nacional- no es el único que influye en la historia de un país. Por lo anterior, debemos dar la importancia que se merecen –además de los hechos jurídicos- los hechos políticos, porque entre ambos, jurídicos y políticos, se desarrolla la historia de una nación.

En la actualidad, El Salvador sufre entre otras crisis, la que representa los resabios de la guerra, que por un  lado pretende retomar elementos que para muchos ya están superados y con todo tipo de argumentos desean revivir hechos pasados, que al darles vigencia pueden producir efectos que podrían traer hechos que no convienen a la generalidad  ni bienestar de la comunidad.

A lo que me refiero son, el darle vigencia a una pretensión de un Juez español que pretende revivir el caso Jesuitas, y por el otro quitarle vigencia a una ley de amnistía, que de hacerlo, regresaría ipso facto, los sentimientos que en virtud de dicha ley, se lograron adormecer en los recuerdos de quienes fueron lastimados por aquella guerra cruel, lo cual afectaría mayormente al gobierno actual, porque muchos de los altos exponentes de la guerra de entonces, se encuentran en puestos de mando de principal importancia. No nos explicamos cómo pueden existir salvadoreños que conociendo los posibles efectos de tan importantes decisiones puedan pensar que revivir esos recuerdos y más aún las heridas causadas, sea oportuno y beneficioso en el momento actual. Los argumentos hipócritas de que para llegar a la verdadera paz, es necesario conocer la verdad, e imponer castigos a los culpables, responden a deseos de venganza, más  que a verdaderos sentimientos  de una sociedad civilizada. Que el Supremo ilumine a quienes tienen en su poder los destinos de El Salvador, y comprendan que más que venganza o “justicia” queremos paz, armonía y progreso