¡Acaban de asesinar a Monseñor Romero!

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Por Eduardo Vázquez Bécker.- A los periodistas nos puede ocurrir cualquier cosa. La llamada telefónica de un familiar que residía en las cercanías del Hospital de la Divina Providencia disipó mis preocupaciones por un examen que debía rendir en la Universidad José Simeón Cañas, UCA. Su voz era de angustia y su tono lloroso. Eduardo: ¡acaban de asesinar a Monseñor Romero!

Mi rumbo al hospital cambió en cosa de segundos. Mi instinto de periodista me dijo que la sirena intermitente de una ambulancia podía significar que en ese vehículo conducían a Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Justo así ocurrió; un par de minutos más tarde los servicios alertados de la que era el Hospital “Policlínica Salvadoreña”, sobre la 25 avenida sur, tomaron en sus brazos el cuerpo del Arzobispo y lo llevaron quirófano queriendo salvar su vida. Era tarde.. Monseñor Oscar Arnulfo Romero estaba muerto, lo habían asesinado.

Tratando de organizar mis ideas y haciendo imposibles logré colarme hasta donde yacía el cuerpo inerme del pastor salvadoreño. Hice una fotografía en el momento que una religiosa besaba su frente antes de cubrirle el rostro y la envié de inmediato a The Associated Press (AP). Nunca imaginé que alguien hubiese podido tomar una foto del magnicidio y así lo hice saber a la AP en mi nota periodística.

A la media noche una llamada intempestiva me sacudió de nuevo: Vázquez Becker: hay fotos del asesinato de Romero, hay que conseguir una, no importa cuánto nos cueste. Las fotos habían sido tomadas por un fotógrafo freelance que colaboraba en el periódico matutino El Diario de Hoy y con el corresponsal de la empresa rival de la que representaba yo, la United Press International (UPI). Lo busqué en todas partes y no lo encontré; mi desesperación crecía más de la cuenta.

Habíamos tenido la primicia informativa mundial pero no teníamos fotos; eso era grave para un corresponsal de prensa extranjera.

Después de varias horas de intentarlo, logré hacer contacto con el fotógrafo, al que conocía. ¡Lalo! diminutivo de Eulalio, usted tomó las fotos del asesinato de Romero? Respuesta afirmativa.

Otra pregunta: cuánto gana mensualmente? Respuesta un poco exagerada pero no importaba. Le pagamos el equivalente de un año por dos o tres cuadros negativos.

Imposible, los negativos son del diario; nueva oferta; le pagamos el equivalente de dos años de trabajo por dos cuadros negativos. Imposible también son de la UPI. Finalmente, Lalo, le pagamos lo que quiera. Tampoco se pudo.

Molesto por la insistencia el fotógrafo me relato por teléfono que toda la noche la había pasado en el laboratorio técnico de la Policía Nacional (PN). Me obligaron a sacar copias para el arzobispado y para la PN…

Ni lerdo ni perezoso, sin casi haber dormido, volé hacia el Seminario de San José de la Montaña y encontré lo más deseado aunque lo menos esperado.

Gregorio Rosa Chávez se aprestaba a preparar una exposición con las fotos que ya tenía en su poder. El obturador de mi cámara funcionó una y otra vez hasta tener el total de impresiones que serían expuestas en el Seminario de San José de la Montaña.

De vuelta en las oficinas de la AP en el Edificio Julia L. de Duke, el resto fue fácil. Todas las fotos llegaron a la agencia, citando los créditos de autoría, antes que la competencia misma.

Un fotógrafo perdió la oportunidad de hacerse relativamente rico y yo recibí un satisfactorio “well done”.