Trump sufre su peor revés en el Congreso por querer sustituir el Obamacare

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Washington. Agencias.-  En una humillante derrota para Donald Trump, los republicanos fracasaron en impulsar en el Congreso un plan para sustituir el Obamacare, el sistema de salud demócrata, un anhelo que persiguieron sin cansancio durante los últimos siete años y que se había convertido en un símbolo de la polarización política en Estados Unidos.

Antes de la votación prevista para ayer, Trump dio un ultimátum y advirtió a los republicanos que si no se aprobaba la nueva ley dejaría el Obamacare

Minutos antes de la votación en la Cámara de Representantes, y ante su segura derrota, el proyecto fue retirado de la agenda por los republicanos

“Estoy decepcionado con esto, y también un poco sorprendido, para ser honesto”, señaló Trump luego de sufrir su peor revés en el Congreso

Las divisiones del oficialismo terminaron por sabotear el plan oficial. La intransigencia del ala dura del partido -los congresistas ultraderechistas del “Freedom Caucus”- y el rechazo de republicanos más moderados impidieron enhebrar un proyecto viable y sepultaron en el olvido semanas de infructuosas negociaciones. “Estuvimos muy cerca. No tuvimos ningún respaldo demócrata, no nos dieron un solo voto. Así es muy difícil”, lamentó Trump en la Casa Blanca.

Trump dijo que la pugna por el plan, bautizado Trumpcare, había sido una “experiencia interesante”. Visiblemente frustrado, el presidente envió un mensaje a su partido: “Todos aprendimos mucho. Aprendimos mucho sobre lealtad y sobre el proceso de obtención de votos. Estoy decepcionado, y también un poco sorprendido, para ser honesto”.

Unos minutos antes de que hablara Trump, el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, quien, al igual que el presidente, puso su credibilidad en juego con el proyecto oficial. Había dicho en una conferencia de prensa, sin esconder su decepción, que los republicanos debían aprender a gobernar tras años de ser oposición. “Vamos a vivir con el Obamacare por el futuro imaginable”, tuvo que reconocer Ryan.

Tras la derrota, la Casa Blanca dejará que el Obamacare “explote”, en las palabras del presidente, y comenzará a invertir tiempo y capital político en otra gran promesa de campaña: una reforma impositiva.

El fiasco legislativo fue un durísimo fracaso para Ryan y los republicanos, que desde el minuto en el que Obama firmó su reforma de salud juraron derogarla. Pero, sobre todo, para Trump, que había prometido hacerlo en cada acto y sufrió su primera gran derrota en Washington, donde llegó haciendo alarde de su talento para negociar, lograr acuerdos y obtener resultados, y chocó con la negociación más compleja de su vida.

Anteanoche, Trump había enviado un ultimátum al Congreso: el proyecto se iba a votar sí o sí, y los republicanos podían respaldarlo u olvidarse de derogar la reforma demócrata, su gran obsesión. Ayer, Trump se echó para atrás. Nancy Pelosi, líder demócrata, dijo que fue “una victoria para los norteamericanos”. En Twitter, Hillary Clinton dijo lo mismo.

Desde su primer minuto de vida, el proyecto de Ryan, ungido por el presidente, había cosechado el rechazo de demócratas y republicanos moderados, espantados ante un plan, a su juicio, draconiano. Pero también fue denostado por ultraderechistas, frustrados ante una iniciativa que, para ellos, era demasiado tibia, una versión “light” de la reforma orquestada por Obama y los demócratas.

El proyecto eliminaba subsidios y un mandato a comprar un seguro médico, pero mantenía algunas regulaciones del Obamacare. Eso provocó el rechazo de los ultraderechistas. Además, contemplaba un recorte a Medicaid, destinado a los sectores más vulnerables de la población. Eso le costó al oficialismo el respaldo de republicanos moderados, temerosos de la furia de sus votantes.

El plan tuvo una pobre recepción: sólo el 17% de los norteamericanos respaldaron la iniciativa, según una encuesta publicada por la Universidad Quinnipiac.

“¿Por qué llamar a votar un proyecto que tiene una aprobación del 17%? ¿Olvidamos todo lo que nos enseñó [Ronald] Reagan?”, escribió en Twitter, una hora antes de la hora señalada para la votación, Newt Gingrich, presidente de la Cámara de Representantes durante la presidencia de Bill Clinton, y uno de los primeros y más acérrimos defensores del presidente republicano.

Así y todo, Trump, la Casa Blanca y Ryan hicieron lo posible para salvar el proyecto. Apostaron a todo o nada a un plan hecho a las apuradas, huérfano del debate o el análisis necesarios para la reforma más delicada y compleja que prometió la política de Estados Unidos en las últimas décadas: la salud, un enigma aún irresuelto para la primera potencia global.

Trump habló, llamó o mantuvo reuniones con más de 120 congresistas -la mitad de la bancada republicana- y negoció cara a cara con los miembros más duros, el “Freedom Caucus” (“Bancada Libertad”), quienes terminaron por darle la estocada final al plan.

“El presidente y su equipo hicieron todo lo posible para que esto sucediera”, dijo ayer el secretario de prensa, Sean Spicer, en su tradicional ida y vuelta con los periodistas en la Casa Blanca. “No hay duda, por lo menos en mi cabeza, de que el presidente y el equipo aquí dejaron todo en la cancha”, agregó unos minutos después.

Horas antes de la votación, Trump aún negociaba y buscaba una salida, y envió a su vicepresidente, Mike Pence, a un último encuentro con los legisladores ultraderechistas para lograr lo imposible.

Todo fue inútil. Alrededor del mediodía, Ryan fue a la Casa Blanca para almorzar con Trump y anunciarle que no tenía los 216 votos necesarios para pasar el proyecto al Senado. Unos minutos después, Spicer insistió en su conferencia de prensa que, así y todo, la votación seguía en pie.

Mientras los congresistas debatían en la Cámara baja, los periodistas le preguntaban a Spicer quién tenía la culpa del fracaso, si la Casa Blanca estaba feliz con la forma en la cual Ryan había manejado todo el asunto, o si entre los planes estaba sacar la ley del piso y suspender la votación a último minuto.

“Ustedes, muchachos, son muy negativos”, respondió Spicer, más de una vez. Unas horas después, Trump y Ryan enterraban su plan para reformar el sistema de salud, y se preparaban para la próxima batalla legislativa.

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