Los periodistas no somos ni fiscales, ni jueces, ni policías

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De todas las profesiones y de todos los oficios, la del periodista es quizás la que más sacrificio requiere, la que exige mayor grado de vocación, pero además de valentía y honestidad. Su principal arma es, además del respeto que  obtienen de la sociedad, la satisfacción de saberse protegidos por el derecho a la libertad de expresión, opinión e información que todos tenemos.

La tarea de un periodista es llevar diariamente hechos de actualidad nacional e internacional, ya sea como redactor, locutor, reportero, etc. Con  el ejercicio honesto de la profesión, los periodistas tienen la facilidad de influir en los demás. Por esta razón, la preparación de cada uno de ellos es imprescindible para dar información objetiva y veraz. Deben amar la verdad. Nada más importante para un periodista que la ética y la veracidad. Sin la verdad y sin transparencia, ningún periodista puede llamarse de esa manera. Tan grande es su responsabilidad frente a la sociedad.

Un país sin periodistas valientes que para informar investiguen honestamente sobre el crimen organizado,  sobre la corrupción o sobre cualquier otra lacra social, es un país sin valores y sin esencia.

De igual manera un país donde periodistas, en los que la sociedad ha depositado su confianza, se pervierten y forman pequeños “carteles” mediáticos para engañar a la opinión pública, no solo es un país sin valores y sin esencia, sino un país sin rumbo y sin futuro, sin orientadores ni guías como deben ser quienes ejercen el maravilloso oficio de escribir noticias o reportajes que llamamos periodismo.

El periodista sirve para canalizar información, ideas, para hacer sugerencias a la sociedad. Para vigilar que las cosas públicas se hagan bien y que a las privadas no les falte el componente de moralidad y respeto. Para desenmascarar a los que indignan a la sociedad pero sobre todo para desenmascarar a los enmascarados.

Por más de cien años el periodismo en El Salvador fue la luz que iluminaba los distintos sectores de la sociedad sobre sus derechos y obligaciones. Por más de cien años hubo periodistas que, como decía Ítalo López Vallecillos, que hicieron de la profesión periodística el mejor de los oficios.

El periodismo en El Salvador, por muchos años, fue ejercido por intelectuales románticos y bohemios que hacían de la profesión una forma de vivir digna que enaltecía. La cultura de muchos países se medía por sus periodistas.

En los dos últimos tercios del siglo pasado El Salvador se caracterizó por la calidad de sus periodistas que pusieron muy en alto al país. Eran una mezcla de escritores, filósofos, arqueólogos, historiadores, pero, sobre todo, eran hombres y mujeres valientes que servían a la sociedad en sus momentos de debilidad y en sus momentos de grandeza. Los entonces jóvenes esposos Napoleón Viera Altamirano y Mercedes Madríz, los hermanos Dutríz, los Pinto, siguen siendo los abanderados del periodismo salvadoreño. Junto a ellos, hombres como Chepe Quetglas, Serafín Quiteño (Pedro Maravillas) Raul Contreras, Italo Lopez Vallecillos, Salvador Guandique, Guillermo Machón  de Paz y Alvaro Menéndez Leal, son un un testimonio de periodismo digno. Se equivocaban pero eran honestos.

Desafortunadamente vino el conflicto armado y los medios de comunicación se convirtieron en fuerza  indispensable para las partes en lucha, contribuyendo a la desnaturalización del oficio periodístico en el país. Jóvenes que apenas sabían leer fueron infiltrados por la izquierda y por la derecha armada que se disputaban nuestra democracia. Esto ocurrió, de manera especial en los medios radiales donde su principal misión era preparar las famosas “tomas” para divulgar los mensajes de la subversión marxista de aquel momento. Se convirtieron en reporteros casi gratuitos para los medios pero financiados por las organizaciones terroristas a las que pertenecían. Ambos, la guerrilla del FMLN y el gobierno acabaron con la mística de los buenos periodistas en El Salvador.

La función del periodista, como dijimos antes, sirve para canalizar información, ideas,  para hacer sugerencias a la sociedad, Para vigilar que las cosas públicas se hagan bien y que a las privadas no les falte el componente de moralidad y respeto. Para desenmascarar a los que indignan a la sociedad pero sobre todo para desenmascarar a los enmascarados.

Para eso existe y para eso debe servir un periodista, sin importar si es de izquierda o de derecha. La ideología no importa. Estructurar una buena nota o realizar un reportaje bien documentado sobre una organización criminal debe ser la función del periodista. Si lo hace de esa manera la policía y los jueces harán lo que les corresponde.

Si embargo, cuando el periodista insiste en sus reportajes, aún después de ser publicados, presionando para que las autoridades actúen contra las personas o grupos supuestamente criminales, corre los riesgos de convertirse a sí mismo en un sujeto con mayores índices de corrupción que la que asegura combatir. Presionar desde su posición de periodistas a fiscales, jueces o policía para que actúen contra los competidores de sus dueños afecta los distintos órdenes de la justicia; invocar derechos y libertades de expresión y de prensa, reconocidos universalmente, es tan grave como el más grave acto de corrupción cometido por quien sea; lesiona mortalmente a la sociedad que le dio el privilegio de llamarse periodista.

El periodista que quiera ser policía que se inscriba en la Academia de Seguridad y el que quiera ser juez que estudie derecho, que se gradúe y que busque obtener una judicatura; lo que no se puede ser es las tres cosas a la vez porque eso es fomentar la corrupción y no combatirla

Nos preocupa seriamente ver cómo la corrupción, que es un mal que tanto denunciamos los periodistas y los órganos de prensa cuando ocurre y se manifiesta en las instituciones y en la sociedad en general, esté incrustándose en el oficio periodístico.

Recientemente quedó al descubierto cómo, un conocido empresario cuyo rubro es la producción y venta de frituras y procesamiento de harinas, ha resultado ser dueño de una plataforma mediática desde la cual libra sus luchas en contra de sus competidores; él no es periodista pero conoce las debilidades de los periodistas. Lo denunciamos y ahora estamos siendo amenazados.

Entre los medios digitales sobre los que este empresario tiene reserva de dominio, figuran el Diario1 y  la Revista Factum  cuya pertenencia se le atribuía al periodista Héctor Silva Ávalos. Luego de conocerse quién es el verdadero dueño de los medios donde escribe, Silva Avalos ha quedado en entredicho. Ahora los jueces, la Fiscalía General de la República y la policía deberán revisar sus bitácoras para saber cuántas veces habrán actuado influenciados por esos “enmascarados” revestidos del apostolado al que se debían como periodistas.

Una investigación, iniciada recientemente sobre un caso en el que parecen empeñados algunos periodistas que laboran en medios donde supuestamente han cobrado renombre, resultaron ser empleados del empresario que mantiene reserva a su favor de dichos medios digitales.

Uno de los periodistas, quizás el principal en la organización de este grupo mediático, habría extorsionado, sin éxito, al señor José Adán Salazar, alias “Chepe Diablo” , a quien se le endilga ser el supuesto capo del cártel de Téxis, para que le entregaran $250.000 a cambio de no publicar ningún reportaje en su contra, cosa a la que este se negó. El resultado de la negativa dio como resultado una campaña bien orquestada en la que, constantemente, se publican reportajes o denuncias sobre supuestas actividades de narcotráfico del“capo” o jefe de lo que muchos han comenzado a llamar el “mito” de Téxis. La Fiscalía sabe de estas cosas e investiga a por lo menos tres periodistas ahora vinculados a estos hechos.

Una de las fuentes que pidió no ser identificada, aseguró que existe copia de un e-mail en el que se detallaba inclusive, la forma de pago sugerida por el supuesto periodista extorsionador.

Esto vendría a significar, que la corrupción contra la cual todo mundo habla, ha tocado la puerta de algunos periodistas, y que, de ser ciertos estos argumentos, deben ser desenmascarados.

Los periodistas no son fiscales,ni policías, ni jueces que puedan ser influenciados por quienes no  conforman con solo ser periodistas. No hay duda, la corrupción está infiltrada en todas partes y que hay que luchar contra ella. No importan las amenazas.