Los 5 avances científicos más importantes durante 2016

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Desde el comienzo de la humanidad, cada año el entendimiento de lo que nos rodea aumenta.

Este año tuvimos varios avances importantes en la ciencia: desde la ciencia aeroespacial, descubrimientos de planetas y galaxias, hasta nuevos procedimientos celulares para la salud. Enfrentamos el ‘boom’ del Zika y sus desafortunados efectos sobre miles de vidas.

El más impactante es, sin duda, la detección de las ondas gravitacionales. En febrero, la colaboración LIGO (Observatorio de Interferometría láser de Ondas Gravitacionales), dos detectores gemelos operados por el MIT y el Caltech, anunciaban el importante hallazgo de las ondas predichas hace un siglo por la Relatividad General de Einstein. Se trata de unas perturbaciones espacio-temporales muy débiles que recorren el Universo a la velocidad de la luz. La señal procedía de dos agujeros negros en rotación a 1.300 millones de años luz de nosotros. Más adelante, volvió a confirmarse una segunda señal, también de otros dos agujeros en danza.

El hallazgo suponer abrir una nueva ventana al Universo. Hasta ahora, casi todo lo que se sabía acerca del Cosmos se había averiguado a través de la radiación electromagnética (luz visible, rayos gamma o ultravioleta). Pero las ondas gravitacionales proporcionan otro «sentido» para explorar el espacio y «escuchar» los astros.

La sonda Juno de la NASA entró en la órbita de Júpiter en julio, convirtiéndose en el artefacto creado por el hombre que más se ha aproximado al planeta gigante. El pasado domingo, la nave batía ese récord sobrevolando el mundo gaseoso más cerca de lo que lo hará nunca, ya con todos sus instrumentos activos.

La nave está diseñada para desentrañar los misterios de Júpiter, un planeta envuelto en niebla. Pronto comenzarán a llegar los primeros datos científicos. Juno tratará de averiguar si Júpiter tiene un núcleo sólido, trazará un mapa de su campo magnético, y medirá la cantidad de agua y amoníaco en su atmósfera, entre otras características. Los datos servirán para arrojar luz sobre cómo se formó y evolucionó el planeta, al tiempo que ayudarán a comprender los orígenes de nuestro Sistema Solar.

La primera lectura del genoma de 83 aborígenes del continente Australiano, y otras 25 personas de Papúa-Nueva Guinea, ha resultado en un tesoro científico.

La comparación de los genomas aborígenes con los del resto de la humanidad, incluidos sus vecinos asiáticos y oceánicos más próximos, muestra que “emigraron de África antes” que los demás humanos modernos, hace 60.000 años o más, cuando las actuales Australia y Papúa-Nueva Guinea estaban unidas en un solo continente. Muchos milenios después, cuando la crecida del nivel del mar aisló Guinea de Australia, los dos grupos interrumpieron su flujo genético –dejaron de tener sexo—, con el resultado de que su distancia genética es ahora similar a la que separa a europeos y asiáticos orientales.

La autofagia, que proviene del griego y significa “auto-alimentación”, es un sencillo mecanismo por el cual una célula digiere ciertas estructuras internas grandes y proteínas semipermanentes en un proceso de limpieza continua. El proceso puede haber evolucionado como una respuesta a la inanición, a través de la cual las células canibalizaban algunas partes internas para sobrevivir. Pero a lo largo de eones se ha convertido en una herramienta esencial utilizada por las células para mantener su propia salud, resistir la infección e incluso, posiblemente, combatir el cáncer.

La autofagia es particularmente importante en células como las neuronas, que tienden a vivir mucho tiempo, y por lo tanto necesitan ser constantemente renovadas y reformadas. El proceso se lleva a cabo en el citoplasma, el líquido gelatinoso que llena la célula fuera del núcleo. Como se describe en un artículo de 2008 sobre la autofagia en Scientific American, “el funcionamiento del citoplasma es tan complejo … que constantemente se está ensuciando con los detritus de su funcionamiento constante. La autofagia es, en parte, un proceso de limpieza: la recolección de basura que permite que una célula cuyo citoplasma está agrumado con trozos viejos de proteínas y otros sedimentos no deseados, sea limpiada”. Los problemas con la autofagia podrían contribuir al daño neuronal en la enfermedad de Alzheimer, la de Parkinson y otras enfermedades neurodegenerativas.

Oncólogos del hospital universitario de Sichuan, en China, acaban de inyectar a un paciente desahuciado de cáncer de pulmón células T de su propio sistema inmunitario genéticamente modificadas para que puedan reconocer y atacar a las células tumorales. Es el primer ensayo clínico que se autoriza en humanos —en febrero pasado se autorizó otro en Londres en embriones no viables— de una nueva técnica denominada CRISPR (acrónimo de clustered regularly interspaced short palindromic repeats) que ha revolucionado la biología molecular.

Así pasó un año lleno de emociones científicas.