El caso de la Fiscalía contra Mauricio Funes se está cayendo a pedazos

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Para quienes deseaban ver a Mauricio Funes tras las rejas de una celda, humillado en su soberbia, pagando las suyas y las de los otros, se van a tener que armar de más paciencia que Job porque, por ahora, ni lo piensen, eso no va a ocurrir.

No es porque no tenga nada que pagar, porque de alguna manera todos tenemos algo que pagar, sino porque nuestro sistema investigativo tiene fallas de origen que le están causando problemas.  Tampoco es problema del actual fiscal Douglas Meléndez porque él está haciendo lo que considera correcto. Se trata de un problema viejo que no ha podido ser superado por el sistema.

Tenemos una Fiscalía en la que confían muchas personas y muchas instituciones; que tiene el respaldo y apoyo de países amigos, especialmente el de los Estados Unidos. Tenemos un Fiscal con buenos antecedentes y vocación de servicio pero eso todavía no es suficiente. La delincuencia y la criminalidad sigue, viento en popa y a toda vela, haciendo de las suyas.

El Fiscal Douglas Meléndez, como su antecesor Luis Martínez, o como los tres o cuatro que antes pasaron por el edifico azul, se dieron cuenta desde el primer día de su ejercicio, que en la Fiscalía había señales de corrupción. Lo denunciaron, investigaron, hicieron cambios y aun así no lograron erradicar el mal que tanto daño le hace a la institución.

Los fiscales corruptos nadie los conoce pero ahí están. Son los que conocen cuál es la palabra o el término que hay que omitir en sus requerimientos para confundir a los jueces. Conocen dónde hay que poner un punto o una coma para que el sentido de una frase cambie y obligue al juez a resolver con las reglas del “indubio pro reo” (en caso de duda, lo que favorezca al reo).

Confundir a los jueces con el detalle de infinidad de situaciones o de hechos con muy poca o ninguna significación jurídica, mezclar los planos fácticos con los jurídicos, incurrir en generalizaciones o abstracciones o presentar un requerimiento “impreciso y desordenado” de  los hechos que se pretende imputar a una persona, llevan forzosamente a un fallo judicial adverso a las pretensiones de la Fiscalía.

El más elocuente de los casos, el de las investigaciones sobre averiguar el enriquecimiento ilícito y otros delitos en los que supuestamente incurrió el ex mandatario Mauricio Funes, es un ejemplo válido para sustentar nuestra posición al respecto.

Funes jugó con el Ministerio Público desde el primer día en que, ¡gracias a Dios! Tuvo que abandonar casa presidencial. Retaba y provocaba hasta obtener declaraciones muchas veces contradictorias que se convertían en fuente de información que le permitía saber de qué o porqué lo  estaban investigando. El Estaba enterado de todo lo que ocurría o se planificaba en su contra y eso le permitía ir armando su escudo, desafiando al mismo San Miguel Arcangel, patrono de los policías y fiscales. Tanto es así que el Super ex presidente continua retando e insultando al fiscal desde la comodidad de su exilio en Nicaragua.

Funes no dijo nunca cómo obtuvo el famoso ROS con el que llevaron a la cárcel a Francisco Flores ni que pasó con el Chaparral. El mismo se inventó aquello de que la tierra se había movido para confundir a todo el mundo. Se asegura inclusive que él tuvo que ver con la denuncia de los camiones que transportaban hacia Nicaragua los pocos “tiliches” que quedaban de lo que fue el negocio de Spa de la “Michy”.

El objetivo era que los fiscales engolosinados comenzaran a descubrir las famosas armas, las botas en bronce, el busto “napoleónico” que resguardaba la entrada de su residencia, las botellas vacías de licores carísimos, los cientos de zapatos y otras tantas fruslerías con las que confundió a la opinión pública con la complicidad involuntaria de la Fiscalía General de la República.

Todos esos objetos forman parte de la investigación que en determinado momento va a tener que conocer un juez. ¡Se imaginan lo que va a ocurrir!  El juez no va a tener por donde entrar ni por donde salir y el caso de la fiscalía se va a caer en pedazos. Así que, a quienes desean ver a Funes tras las rejas, en una cárcel, si es que alguna vez regresa al país,  les recomendamos que lo esperen sentados en hamaca de palo. Solo queda la duda: qué vamos a hacer para ayudar al fiscal Meléndez a barrer la casa.

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