El extremismo toca techo en Israel

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Quienes le conocen aseguran que es un hombre serio y reflexivo en la intimidad. Quienes saben de él por sus declaraciones públicas le tachan de racista y extremista. En un debate electoral televisado celebrado en marzo de 2015 le espetó al líder de la Lista Conjunta Árabe, Ayman Odeh: “Aquí no te queremos”. A lo que el dirigente palestino con nacionalidad israelí replicó con naturalidad: “Yo siempre soy bienvenido en mi tierra natal”. Avigdor Lieberman nació en Moldavia (entonces Unión Soviética) en 1958 y emigró con su familia a Israel 20 años después. Desde este lunes es el ministro de Defensa en el Gobierno más derechista en la historia del Estado hebreo.

Benjamín Netanyahu consolida su poder con la incorporación al Gabinete del ultraderechista Lieberman, que ha ocupado diversas carteras desde hace más de una década, como la de Exteriores. El primer ministro israelí, que aspira a convertirse en el jefe de Gobierno que más tiempo ha ejercido el cargo en su país —suma ya un decenio en dos etapas—, ha tenido que pagar un precio para perpetuarse en el poder.

Dos ministros han dimitido y un tercero amenazó hasta última hora con hacer saltar por los aires la coalición de Gobierno, formada por seis partidos, y forzar un adelanto electoral. Primero renunció el titular de Defensa, el exgeneral Moshe Yaalon. Al verse desplazado por el antiguo cabo de Lieberman, declaró ante la cúpula militar: “Elementos extremistas se han apoderado del Estado”. Después fue el ministro de Medio Ambiente, el centrista Avi Gabay, quien salió dando un portazo de un “Gobierno extremista”. El responsable de Educación y líder de Hogar Judío, Naftalí Bennett, amagó hasta la madrugada de ayer con retirar su apoyo a la coalición. Un pacto con compensaciones políticas abortó el peligro.

El regreso de Lieberman al Ejecutivo ha desencadenado reacciones de inquietud. Washington destaca que numerosos ministros israelíes se han manifestado en contra de la solución de los dos Estados para el conflicto palestino. Lieberman —que reside en el asentamiento judío de Nokdim, cerca de Belén (Cisjordania)— se presenta como uno de los paladines de la ocupación. El líder de Israel es Nuestra Casa —partido que concentra la mayor parte de los votos de los judíos que emigraron desde la extinta Unión Soviética— ha planteado segregar las poblaciones árabes del Estado de Israel en una operación de intercambio con las colonias judías, que serían a cambio anexionadas.

Para los palestinos, Lieberman es la bestia negra que representa al sector más reacio a una salida negociada. Un reconocido radical, el líder de Hezbolá, Hasán Nasralá, le tacha sin vacilación de “arrogante y lunático”. Incluso el líder de la oposición, el laborista Isaac Herzog, ha advertido de que se avecinan días de “guerra y funerales” en Israel tras el nombramiento de Lieberman.

Hace apenas tres lustros, Lieberman defendía bombardear la presa de Asuán en represalia contra Egipto, que firmó la paz con Israel en 1979. Está por ver si su hipotética reconversión en un pragmático con piel de radical se plasma en un giro favorable a la diplomacia. Rodeado de extremistas, Netanyahu puede aspirar ahora a presentarse con un perfil más moderado ante el mundo.

Tensión con el Ejército

El retorno de Israel es Nuestra Casa al poder se produce después de episodios de tensión entre la cúpula militar y el Gobierno de Netanyahu. El jefe de la Fuerzas Armadas, general Gadi Eizencot, actuó con mano firme en el caso del soldado israelí que remató de un tiro en la cabeza a un atacante palestino malherido en Hebrón, mientras Netanyahu se apresuraba a garantizar a la familia del militar de reemplazo que tendría un juicio justo y acorde a las circunstancias de su misión. Lieberman, entonces en la oposición, acudió a la primera sesión del consejo de guerra para expresar su solidaridad con el soldado.

Trabajó como portero de un club nocturno para pagarse los estudios y llegó a ser jefe de gabinete del primer ministro apenas 18 años después de emigrar a Israel. Cuando le preguntaban cómo solucionar el conflicto palestino solía responder: “Como [Vladímir] Putin en Chechenia”.