Arte devorado por el cambio climático

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Efectos de la lluvia ácida durante los últimos 60 años en una escultura de Westfalia (Alemania).

Vírgenes de mármol, silenciosos dioses de mirada pétrea, majestuosas catedrales, sugestivas fuentes… El cambio climático no sólo afecta a millones de personas, ecosistemas y especies animales y vegetales, como desde hace años advierten miles de científicos de todo el mundo hace años apostillando que si no se hace nada al respecto sus efectos en el futuro serán devastadores.

Hay otra categoría, habitualmente olvidada, que también está sufriendo en sus bellísimas y frías carnes los estragos del calentamiento global.

Hablamos de estatuas, de edificios históricos, de bustos, de columnatas… De miles y miles de obras de arte y del patrimonio cultural que se encuentran bajo amenaza.Ahí está por ejemplo la lluvia ácida.

Las emisiones de CO2 están generando cambios en la constitución química de la atmósfera que provocan que el agua que sueltan las nubes esté cada vez más cargada de ácido carbónico. Y esa lluvia, que en ocasiones puede ser tan ácida como el vinagre, aunque no afecta directamente a las personas tiene sin embargo un efecto corrosivo sobre algunos de los materiales que dan vida a esculturas, iglesias, fuentes o palacios.

Es como si se comiera la piedra, como si la devorara a mordiscos. “La lluvia ácida afecta sobre todo al mármol y otras piedras calcáreas, a las que va poco a poco destruyendo, disolviendo. Ya estamos viendo estatuas enormemente dañadas a causa de esta lluvia. A no ser que se haga algo, en 20 años muchos edificios, esculturas y fuentes que adornan nuestras plazas podrían quedar enormemente deterioradas.

La única solución para protegerlas sería cubrirlas”, asegura Elisabetta Erba, investigadora y profesora del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Estudios de Milán. Eso o atajar el problema de raíz y reducir de manera radical las emisiones de CO2 provocadas por el consumo de combustibles fósiles.”Mira, mira esto”, añade la profesora Erba mientras saca como prueba dos elocuentes fotografías de una escultura que decora la entrada de un castillo en la región alemana de Westfalia levantado en 1702. La primera imagen data de 1908, y en ella se pueden observar perfectamente los rasgos de la mujer tallada en piedra, los pliegues de su vestido, los dedos de sus manos. La segunda fotografía es de 1968 y en ella la escultura ha quedado reducida a una masa informe. “¡Y esa disolución ha ocurrido en sólo en 60 años!”, apostilla Elisabetta Erba.

La escultura había resistido el paso del tiempo durante dos siglos, pero la lluvia ácida ha podido con ella.

Catedrales, palacios, esculturas… en serio peligro

Deterioro de una escultura en Vicenza (Italia).
Deterioro de una escultura en Vicenza (Italia).

Son incontables los edificios y esculturas realizados en piedra calcárea y susceptibles, por tanto, a sufrir las dentelladas de la lluvia ácida. La imponente catedral de Milán, por ejemplo, está revestida de mármol. El exterior de la catedral de Santa Maria dei Fiore en Florencia es de mármol blanco de carrara, mármol verde de Prato y mármol rosado de Siena. El Palacio Ducal de Venecia también es de mármol. Las esculturas de Bernini que componen la famosa Fuente de los Cuatro Ríos en la Plaza Navona de Roma son de mármol blanco. La Fontana de Trevi es de travertino. La catedral de Burgos es de piedra caliza. El monumento a Cervantes de Madrid es de mármol blanco. El famoso Taj Majal es de mármol color marfil y, de hecho, a causa de la lluvia ácida y de la polución ambiental ya ha sufrido modificaciones en su color. Hasta la Estatua de la Libertad, símbolo de Nueva York, tiene problemas de piel a causa de la lluvia ácida, ya que ésta también afecta a metales como el cobre del que está recubierta. El geólogo Enzo Morsa, profesor del departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad Federico II de Nápoles, se dedica a fotografiar todas las estatuas y monumentos afectados por la lluvia ácida con los que se va topando, y ha reunido una abultada colección que no deja de crecer.

Pero no es sólo eso. El calentamiento global también está afectando al régimen pluvial. “Ha cambiado mucho en los últimos años.

Cae mayor cantidad de agua y concentrada en muy poco tiempo”, asegura Enzo Morsa. Y eso provoca aluviones, avalanchas de fango y corrimientos de tierra que también tienen un efecto nocivo sobre el patrimonio artístico y cultural.

Italia, lugar inhóspito para las esculturas

Efecto de la lluvia ácida en una estatua de la Catedral de Lichfield.
Efecto de la lluvia ácida en una estatua de la Catedral de Lichfield.

Tomemos por ejemplo el caso de Italia, país/museo, el lugar del mundo que concentra la mayor cantidad de bienes culturales y artísticos. Además de sufrir como todo hijo de vecino los efectos del cambio climático, es asimismo el punto de Europa con mayor peligrosidad geológica debido a sus peculiares características morfológicas: es el país con más riesgo sísmico, volcánico e hidrogeológico de todo el Viejo Continente. Hasta el punto de que se calcula que en toda Italia hay 1,2 millones de personas que viven en zonas de peligrosidad alta o muy alta. Pero el patrimonio artístico también está amenazado.

“Para que se haga una idea, más del 70% de todos los deslizamientos de tierra que se produjeron en Europa el año pasado se registraron en Italia, en total sufrimos más de 500.000”, nos cuenta Francesco Peduto, presidente del Consejo Nacional de Geólogos de Italia. “Lo que estamos observando últimamente es que, a consecuencia probablemente del cambio climático, las trombas de agua cada vez son más violentas”.

El resultado es que según el último informe del organismo público Ispra (Instituto Superior italiano para la Protección y la Investigación Ambiental), casi dos de cada diez bienes culturales italianos -hablamos de 34.000 obras de arte- se encuentran en peligro de hacerse añicos a causa de corrimientos de tierra y avalanchas. Corrimientos ocasionados en la mayoría de los casos por fuertes lluvias (empeoradas por el dichoso cambio climático), las particulares condiciones geológicas de Italia y la propia acción del hombre, que con su avidez por el desarrollismo inmobiliario descontrolado agrava la situación. Y el número de joyas artísticas que corren un riesgo elevado en Italia de que se las trague un aluvión asciende, siempre según el Ispra, a 12.500 piezas. En total, los bienes culturales que corren el riesgo de acabar sus días bajo el agua son 29.000.

Tragedias humanas y culturales

En la memoria colectiva italiana está grabado, con cincel, el bestial aluvión que en la noche del 3 al 4 de noviembre de 1966 se cebó contra Florencia, provocando que el río Arno se desbordara y causando 37 muertos.

Pero las 18 horas de lluvia incesante también ocasionaron ingentes daños al patrimonio cultural: miles de volúmenes de la Biblioteca Nacional fueron engullidos por una marea de fango espeso, el agua se coló a raudales en el Baptisterio, en el Palacio Viejo, en el Duomo, en Santa Maria Novella, en la basílica de Santa Croce… En esta última arrasó el Crucifijo de Cimabue, llevándose por delante el 80 % de su pintura. Y según los expertos, es muy posible que en los próximos 50-150 años la ciudad registre un nuevo aluvión de dimensiones bíblicas.

Deterioro de una estatua en Louisville (Kentucky) por la lluvia ácida.
Deterioro de una estatua en Louisville (Kentucky) por la lluvia ácida.

De Florencia saltamos a la maravillosa costa amalfitana, el tramo de costa italiana situada en el golfo de Salerno, en la región de la Campania, que en 1997 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997 por su gran belleza, valor cultural y rica biodiversidad natural. Pues bien: los geólogos calculan que el 88% de la costa amalfitana tiene riesgo de sufrir un aluvión, un deslizamiento de tierra o una avalancha de fango. En Minori, por ejemplo, una recoleta localidad de la zona, el peligro es del 81%. Pero en varias zonas urbanas de la localidad asciende directamente al 100%.

El frágil equilibrio de Minori

La muy accidentada historia de la costa amalfitana en general, y de Minori en particular, se puede rastrear a través de la magnífica villa romana del siglo I que se encuentra en esta localidad, y que cada año visitan unas 15.000 personas. La villa fue levantada en la época del emperador Augusto. Sus suntuosas estancias ocupan en total unos 2.500 metros cuadrados y es la villa romana más importante de toda la costa amalfitana, la única que conserva su volumetría original. Fue descubierta en 1932. Estaba sepultada, bajo sucesivos aluviones y avalanchas de fango.

Pero en 1954, 22 años después de que fuera sacada a la luz, un nuevo aluvión la volvió a enterrar. “Y el riesgo de que un nuevo aluvión la vuelva a sepultar es muy elevado”, sostiene Enzo Morsa. De hecho, poco antes del año 2000 una tromba inundó completamente la villa, sumergiéndola bajo 7 centímetros de agua y dañando gravemente sus mosaicos, que acababan de ser restaurados. Y hace sólo un par de años, más de lo mismo: un aguacero bestial se cebó con ella. “Llovió con tal intensidad que nuestra bomba de desagüe no daba abasto. Llamamos a los bomberos y ni siquiera ellos con su equipo fueron capaces de bombear el agua”, nos cuenta la arqueóloga Adele Campanelli. “Mi miedo no sólo a que se destruyan estas maravillas”, afirma mientras recorre con la mirada los magníficos mosaicos romanos. “Mi miedo también es a que haya muertos. La villa está por debajo del nivel de la calle. Si hubiera una nueva tromba de agua con gente dentro no sé si daría tiempo a desalojar”. Sólo el año pasado hubo 54 aluviones en Minori. Y deslizamientos de tierra suelen registrarse unos 12 al año.

El Ayuntamiento de Minori aprobó hace sólo unas semanas un plan para emergencias hidrogeológicas promovido por el alcalde la localidad, Andrea Reale. “La idea es intentar reducir el riesgo, pero a sabiendas de que los trabajos estructurales que podamos llevar a cabo nunca lo eliminarán. Y como tenemos que convivir con ese riesgo, lo importante es que las 800 familias que viven aquí sepan cómo actuar en todo momento y el papel que cada uno debe desempeñar en caso de emergencia. Con un plan así al menos conseguiríamos evitar muertos”. La última víctima mortal se produjo después de una tromba de agua brutal y se llevó por delante la vida de una chica, Francesca Mazzi.

Otra prueba, la enésima, de la situación que se vive en la costa amalfitana se encuentra en carretera que une dos localidades de la zona: Scala y Ravello. La carretera lleva cerrada al tráfico desde 2012 a causa de un gigantesco desprendimiento que la sepultó completamente. La carretera se ha limpiado en varias ocasiones, pero es tal la cantidad de detritus que hay acumulado a sus lados que en cuanto vuelva a llover volverá a sepultarla, llevándose por delante lo que encuentre a su paso, coches incluidos. Está oficialmente cerrada, sí, pero esto es Italia, lo que significa que los coches siguen circulando por aquí.

 

 
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